Caminar y leer es, para Felisa Ferraz, la forma natural de estar en el mundo, aquello que la identifica. Su vínculo familiar y afectivo con el Pirineo (su historia familiar está ligada a Benasque) y su pasión lectora levantaron una tesis que se convirtió después en el ensayo Del Pirineo la ceniza verde (Prames, 2022) y en un proyecto, Pirineo Literario. Leer y caminar, que supone un aporte excelente a la vertebración del territorio a partir de la animación a la lectura y el descubrimiento del paisaje pirenaico con otra mirada.
Del Pirineo la ceniza verde forma parte de un proyecto más amplio de amor al Pirineo y la literatura.
Sí, aunque la verdad es que todo se ha ido dando de una manera muy natural, no había un plan previo. Empezó con una investigación sobre rutas literarias como forma de invitación a la lectura. A pesar de que entré a la investigación como filóloga, me di cuenta de que compartía mucho con las ciencias sociales porque las rutas literarias no solo están vinculadas con la lectura sino con los lugares, con el paisaje. De alguna manera, sirven como forma de promover, de proteger, de difundir un patrimonio literario que es muy desconocido porque está ligado solo a la tradición oral, a lo antiguo. Pero me encontré con un Pirineo contemporáneo muy vivo. La ruta literaria es también una forma distinta de conocer el paisaje, incluso como alternativa de desarrollo del territorio.
Entonces, claro, cuando te metes en semejante jardín, te das cuenta de que puedes hacer una tesis que se quede en un repositorio para que la consulten otros locos como yo o puede convertirse en algo que realmente colabore a ese desarrollo. De ahí surge Pirineo literario, que es un proyecto de vertebración del territorio a través de las rutas literarias y de la lectura y también un poco la inquietud de que se conociera la tesis a nivel más divulgativo.
El libro es un intento de “literaturizar” la tesis ya que el tema invitaba a ello. No cualquier tesis puede literaturizarse pero ésta en concreto sí porque además el trabajo de campo había sido el viaje real. Realmente todas las rutas que cuento las he hecho y entonces desde ahí también podía aportar mis impresiones personales, relacionarlo con otros recuerdos, familiares, otras situaciones. Entonces sí, al final fue una cosa que se fue moviendo así y aquí estamos, todavía en ello.
Del Pirineo es un viaje físico, como comentas, pero también es un viaje interior, es un viaje hacia los recuerdos, hacia la memoria literaria.
Haciendo la tesis me di cuenta de que probablemente las dos cosas que más me definen, más allá del propio carácter, son la montaña y los libros, es decir, que es algo que forma parte de mi identidad. Entre mis raíces familiares, que son montañesas, mi propia vivencia de la montaña desde niña y la lectura ligada a la montaña, tengo que decir que hasta ese momento nunca me lo había planteado así. Ese descubrimiento del paisaje de la montaña me ha aportado mucho, mucha reflexión, mucha comprensión del mundo, de la condición humana. Entonces sí, también ha sido un viaje personal e interior.
El libro nos invita a caminar, es un texto que abre muchas puertas, muchos caminos para continuar la lectura o para abordar nuevos paisajes.
En ese binomio montaña-lectura está también el andar y el leer porque es verdad que son dos movimientos que pueden parecer antagónicos pero no lo son tanto porque la lectura también te lleva a un tipo de viaje imaginario, a recorrer un camino. El caminar atento a lo que te rodea y atento a tu interior genera mucho pensamiento, mucha reflexión. En esa idea de andar y leer te encuentras con que al final la compartes con mucha gente. También ahí se crean conexiones muy inesperadas, de gente cercana, de gente desconocida que se siente identificada con lo que tú estás contando y eso también es muy bonito.
Has caminado mucho, pero lo has hecho ¿para escapar, para sanar, por puro placer?
De todo ha habido. He caminado siempre porque siempre he estado vinculada a la montaña, he hecho mucha, mucha montaña, he sido mucho más de travesía que de pico, porque me gusta más ese recorrido en el que la meta no es tanto la cumbre sino ese recorrido por los paisajes. En un principio era más un reto personal o un compartir con los amigos.
De mayor, aunque sigues valorando todo eso, el ejercicio, el cansancio, los amigos, el compartir, también empieza esa introspección en donde te encuentras con eso, con esa naturaleza que te invita a la reflexión sobre ti mismo, sobre el sentido de las cosas. No ha sido un giro brusco porque siempre he sido una persona bastante reflexiva, bastante tendente a la introversión pero sí que ha sido un poco como cuando empiezan a encajar piezas de un puzle. Son cosas que están en tu vida y de repente todas juntas cobran sentido.
En Aragón siempre ha estado ese cierto anhelo de la montaña, sobre todo del Pirineo, para subirlo o recorrerlo o caminarlo.
Sí , puede ser, nunca me había dado cuenta porque yo siempre lo había pensado desde allí, nunca me sentí ajena a él, pero sí que es cierto que aparte de los amigos de Zaragoza con los que comparto ese amor por el Pirineo, al estar allí te das cuenta de que lo compartes con gente muy diferente. El Pirineo tiene por un lado las altas cumbres, los paisajes desbordantes, pero también tiene mucho de simbólico. El Pirineo es frontera, es tierra de leyendas, hay nombres míticos a los que todo el mundo quiere llegar, ahí se conjugan aspiraciones muy universales.
Hablas de frontera, porque el Pirineo, además de, como montaña, representar o simbolizar la libertad, también es una frontera que ha vivido momentos difíciles de la historia de España y de Europa. Por allí pasaron, en ambos sentidos, muchas personas que dejaban atrás sus vidas y sus historias, entre ellos, muchos escritores.
Es muy curioso porque es una frontera trazada por la Naturaleza pero que los humanos hemos convertido en frontera dolorosa. No es la Naturaleza la que se convierte en frontera. Y además, en cualquier valle que comunica con Francia te encuentras que la relación es absolutamente de comunidad, es una relación muy fluida. El habitante del Pirineo habla francés, español, patués, catalán, vasco. Tú sientas a gentes de valles muy diferentes, cada uno habla en su lengua y todos se acaban entendiendo y sin embargo desde fuera han venido las guerras, los exilios, todo esto.
Y claro en ese sentido para muchas personas el Pirineo es un lugar agridulce. En muchos casos ha sido la puerta para salvar la vida, para reencontrarse con la familia, para simplemente poder seguir viviendo, pero a costa de mucho dolor también, de dejar atrás todo y en muchos casos también ha sido la tumba de mucha gente. En ese sentido ves la vida que recoge toda la montaña, desde lo más cotidiano, desde el paseo sin más y la contemplación de la naturaleza hasta lo más trágico.
Estas historias han sido recogidas en muchos textos literarios y han sido sufridas incluso por escritores, como recoges en tu libro.
Yo creo que la riqueza de la montaña y en concreto del Pirineo es precisamente eso. Luego al final los motivos culturales que aparecen en las historias pueden ser desde los más intimistas vinculados a lo emocional, al paisaje, etc., por supuesto el mito, la leyenda, la brujería y luego está esa vivencia más desgarrada de un viaje no elegido sino forzado. En ese sentido también ha sido muy bonito poder hacer rutas colectivas. Ese también ha sido otro descubrimiento que me remite a uno anterior.
Tiene mucho que ver con la idea de la comunidad lectora. Yo siempre había vinculado la lectura con algo muy personal y cuando empecé a participar y a crear clubes de lectura, esa idea de leer juntos me descubrió otra dimensión de la lectura que me apasiona, me encanta hablar de libros y de lectura y conectar con gente que acaba de leer lo mismo. Entonces, la idea de la ruta colectiva va incluso más allá. Cuando haces una ruta en solitario la puedes disfrutar muchísimo, pero cuando haces una ruta que está ligada a una efeméride, a una fecha con un simbolismo y te encuentras con gente con motivaciones tan diversas, te das cuenta de que algo que puede parecer muy personal, muy tuyo, es muy universal.
En concreto, de manera colectiva hice la de la Senda amarilla, que la celebran todos los primeros sábados de octubre. Es una preciosidad de ruta y descubres otro tipo de exilio, un exilio interior, el de la gente que se marcha de los pueblos. Y luego hice la de Portbou-Colliure. Allí te encuentras desde aquel que quiere hacer senderismo, hasta gente que va allí un poco por amor a la literatura, y gente que tiene una reivindicación más histórica o política.
En este momento puedes encontrar rutas literarias en muchos lugares, pero cuando comienzas a investigar no era tan fácil localizarlas. ¿Qué hay detrás de ellas: interés por proteger patrimonio, por buscar alternativas turísticas, por alimentar la economía local?
Cuando Carmen Agustín, mi directora de tesis, me propone el tema de las rutas literarias, dudé un poco porque nos podíamos haber encontrado con que no había. Esto fue en 2015 y desde entonces, es que no hay ciudad o pueblo de España que no tenga una ruta literaria o varias. Lo que pasa es que también está ligado a una intención de carácter político, de cultivar un turismo de interior pero también porque hay gente que piensa que hay que buscar un tipo de turismo más sostenible al de consumo que estamos tan habituados. Y desde luego en la montaña es clarísimo.
Curiosamente, el turismo de rutas está más desarrollado en los lugares del Pirineo donde no hay estación de esquí, porque parece que la estación genera ya un tipo de ecosistema económico, pero en el Sobrarbe y en el Alto Gállego, donde ya tienen rutas geológicas, las iglesias del Serrablo, allí la articulación de una ruta literaria parece algo natural.
¿Qué rutas nos recomendarías además de las dos colectivas que has comentado?
Me resulta siempre muy difícil elegir porque hay cosas tan bonitas y a la vez tan diferentes entre sí… Personalmente enseguida te empezaría a hablar de Benasque, de Unamuno, que es lo más familiar para mí, pero voy a ir de una punta a otra por decir cosas distintas. Me pareció muy bien organizada, muy bien montada y muy interesante en la línea de lo que decíamos, la que hay en el Valle del Baztán en torno a la trilogía de Dolores Redondo. Es algo que, a pesar de nacer claramente como un producto turístico, está tan bien hecho, con tanto cuidado, con tanto interés, no solo por la obra, sino porque la persona que va ahí perciba realmente lo que es el Baztán.
Yo la recomendaría a cualquiera porque además tienen un punto en cuanto a animación a la lectura que me encanta que es que la persona que guía va leyendo hasta el momento justo para que el que ha leído se sonría porque sabe lo que va a pasar y el que no ha leído le dejas un poco con la miel en los labios. Me parece que está muy bien hecha.
Y luego, porque para mí fue también un descubrimiento, Puigcerdá, un Puigcerdá literario que no existe como tal. Yo acabé allí porque descubrí una ruta Ruiz Zafón, a partir de El juego del ángel, cuyo protagonista va a Puigcerdá y hay un Puigcerdá super romántico en torno a esto, pero llegas allí y empiezas a ver los nombres de las calles y dices pues aquí hay otras obras literarias muy interesantes e incluso autores que han estado allí. Me pareció un paisaje tan espectacular, tan diferente, porque estás allí en una llanura con unas montañas tan blancas al fondo, tan impactante el paisaje como el propio pueblo.
En el Pirineo hay un germen literario, de historias y escritores, tal y como recoges en tu proyecto, que tiene un espacio físico acumulativo, virtual y ya presencial.
Sí, todo esto estaba relacionado con las cartografías lectoras. Incluso en un momento, la tesis casi fue una cartografía lectora, aunque luego decidí profundizar en otro lado. Me quedé con esa espinita y de ahí surgió Pirineo literario. La idea está más que madura, pero la intención es que se vayan agregando las comarcas. Partimos con una ayuda del Centro de Desarrollo Rural de Sobrarbe-Ribagorza.
En septiembre nos lanzamos al primer Festival Pirineo literario y ha sido una pasada porque ha venido gente de muchísimos sitios, ya estamos proyectando el año que viene y te das cuenta de que hay un gusto por todo esto y que hay mucha más gente de lo que parece que cree en la cultura como forma de desarrollo. Siempre parece que el desarrollo de una sociedad, incluso el despegue económico viene del consumo y del comercio y del dinero y las industrias culturales en sí mismas, pero yo creo que hay mucha gente sensible a esto. No somos multitud pero ahí estamos.