Daniel Franco: “Queremos quitarle el estigma a la palabra migrar”

Graviola se define a sí misma como “una editorial independiente, nacida en España, comprometida con la difusión de las voces que emigran de Latinoamérica”. Hablan de la importancia de la diversidad cultural y de la expresión artística y proponen la literatura como un puente.  Sobre estas cuestiones hemos hablado con Daniel Franco, el director de esta joven editorial radicada en Pamplona.

Empecemos por el principio: ¿por qué Graviola?

Graviola nace a partir de un trabajo en equipo que teníamos entre Virgilio González Briceño (actual socio y editor), Abraham Valera y yo. Éramos tres compañeros de la Universidad,  ellos venezolanos y yo colombiano y la misma experiencia migratoria, de poder compartir nuestra historia entre nosotros, naturalmente desembocó en la idea de editarnos a nosotros mismos y además buscar más autores afines. Nuestros intereses van más allá de la literatura. Somos unos obsesionados con la música, con la fotografía, con la ilustración y no nos parece que sea algo que rompe mucho porque para nosotros la literatura no existe sin la conversación con las otras artes, no existe esa frontera que delimite por ejemplo el lenguaje literario con el lenguaje fotográfico. Con todas esas inquietudes que teníamos nosotros y esa manera de trabajar que logramos desarrollar por nuestra vida universitaria y nuestra relación amistosa, estuvimos primero en un colectivo de arte que fundamos aquí en Pamplona, en el que reunimos a diez artistas de diferentes nacionalidades. Ese crecimiento para nosotros fue una experiencia muy bonita que nos dejó con las ganas de formalizar la labor tanto de creación como de edición. El colectivo, por la naturaleza del proyecto (muy horizontal, universitario) se disolvió, pero Virgilio, Abraham y yo quedamos un poco con esa sensación de profesionalizarlo, de esperanza y de mucha fe, que se necesita mucha para emprender en la cultura, y estar un poquito locos también. Entonces dijimos, realmente qué podemos aportar al panorama literario español más allá de todo lo que hay, porque España es  probablemente el hervidero de editoriales independientes, el hervidero de la cultura hispanohablante. ¿Cuál es el granito diferenciador que vamos a aportar? La respuesta era evidente: lo que somos: somos migrantes, creativos, con una visión muy clara de que es a través de la literatura y de las artes que estamos pudiendo tender estos puentes que van más allá de las propias barreras culturales.

«Para nosotros la literatura no existe sin la conversación con las otras artes»

Este rasgo diferenciador determina también vuestro catálogo.

Claro, decidimos buscar todas estas voces que se han ido de Latinoamérica y que se han asentado aquí o en cualquier otra parte del mundo, para ver qué están contando, qué se ha perdido. Cuando armamos el catálogo el único filtro que ponemos es que sea ficción, en cualquier género, pero que sean latinoamericanos migrantes. Y esto es lo que da la armonía a un catálogo que es difícil de describir en cuanto a otras cuestiones, porque salen unas mismas voces. Hablamos de casas, familias, patios… todo está hablando siempre de alguna manera de volver la vista atrás, de buscar la identidad, de buscar el hogar, de querer volver al hogar, o la ausencia del mismo, echar mano de los hilos familiares, de los recuerdos familiares, es todo una especie de escarbar a través del quién soy yo más allá de todas las etiquetas que veo que me rodean y que me conforman, quién soy yo después de haberme quitado todo esto que tengo encima.

Estas cuestiones, palabras, voces, surgieron en el Ciclo El arte de migrar, que organizó Graviola hace unos meses. ¿Por qué migrar es un arte?

Hacerlo con dignidad, ya no es una cuestión de valor, es una cuestión de arte, de poder llevarlo bien e incluso con espíritu desenfadado porque para nosotros es muy importante manejar todos los registros emocionales que hay dentro del proceso migratorio. Pero cuando nosotros hablamos del arte de migrar o de por qué el migrar tiene su arte es porque la experiencia migratoria dota de cierta visión de distancia que está dentro de los mismos países. A veces no se tienen cierto tipo de sensibilidades, la sensibilidad de estar en contacto con otras culturas, el enriquecimiento que sucede. Por ir un poco más al grano, a nosotros nos sorprendió mucho el gesto de Teresa de la Parra, quien, ya en 1920 puso un glosario de venezolanismos en su novela Las memorias de Mamá Blanca. Fue algo que pasó desapercibido pero lo que significa es que esta señora, que estaba escribiendo en París, sabía que su público no era venezolano y esto es lo que da el migrar, el saber que eres mucho más allá que una cultura, mucho más que una identidad, pero que también puedes jugar con esto dentro del lugar donde estás para poder conectar con las personas, para poder darles un poquito de ti.

«Esto es lo que da el migrar, el saber que eres mucho más allá que una cultura»

Al final se está creando algo nuevo, no reproduces la cultura anterior ni asumes completamente la cultura receptora.

Definitivamente, porque la cultura no es algo estático, es algo que se vuelve a armar, que se piensa. Lo que uno cree sobre su identidad cultural y personal cuando se llega a un país no es lo misma que se mantiene diez años después y si sucede creo que habría que revisar esa experiencia con mucho cuidado. Por otra parte, también es importante dimensionar la idea de la migración porque para nosotros es muy importante quitarle el estigma a la palabra migrar, incluso a la palabra inmigrante, que ya está politizada. Queremos hablar del arte de migrar, vamos a darle a la palabra unos nuevos contextos, unos nuevos empaques, que en realidad no son tan nuevos porque desde que comenzó la Historia de la Humanidad, no somos otra cosa que migrantes. Qué era Ulises si no era un migrante que quería volver a casa. Al final también está esa visión que tenemos muchos latinoamericanos de la amplitud de nuestra cultura. Porque nuestro tejido cultural es mucho más que el indígena y el español. Después llegaron los italianos, los irlandeses, los griegos, los chinos, los japoneses, y eso es lo que somos, somos esta especie de sopa cultural que nos encanta. Yo vivía en Barranquilla, que es una zona de Colombia donde hay una gran presencia palestina y árabe. Yo estaba convencido de que el nombre más común era Shadia porque todas las personas con las que crecí se llamaban Shadia, Kerim y es lo más común y uno va a Barranquilla a comer comida árabe. Entonces yo como comida libanesa aquí y me siento en casa. Eso es parte de mi cultura, es parte de mi identidad, toda estas cuestiones mixtas. He pensado mucho en lo aparentemente estático de la cultura. El español siempre habla mucho de cómo crece el migrante cuando llega pero también hay que hablar de cómo cambia la cultura del que recibe, de cómo eso se nutre también, de como incluso la literatura española y la escena cultural y la escena editorial han cambiado desde que empezaron a tener presencia mediática los latinoamericanos, la cultura latinoamericana o desde que empezó a tener presencia la francesa o la alemana.

¿Cómo crees que está recibiendo el sector editorial español las diferentes literaturas latinoamericanas?, ¿se está leyendo más?

Yo creo que se están leyendo más autores sudamericanos, sobre todo porque se están buscando. Antes fue una cuestión más circunstancial. Se vio la oportunidad y se hizo. Hablamos del boom latinoamericano en su momento, pero creo que luego hubo un momento en que se perdió. Ahora creo que se está buscando, se está diciendo oye, con todo el movimiento postmodernista, el nuevo feminismo, todas estas líneas de pensamiento, que son tan críticas con lo que siempre ha estado establecido, están queriendo mirar hacia la periferia. Pero esto habría que mirarlo con cuidado porque, a mi me entusiasma que haya tantos autores latinoamericanos que se están leyendo acá, pero también me llaman mucho la atención un montón de autores latinoamericanos que están viviendo acá que están siendo ignorados  porque las editoriales prefieren ir allá a buscarlos.

Hay alguna experiencia que está tratando de rescatar a estos autores, pero en general es un proceso complicado llegar nuevo a un lugar y comenzar a crearte un nombre en el sector editorial.

Claro. Y yo celebro que se estén leyendo esos autores, pero quiero poner el punto de alerta de cuidado con lo que se está buscando y cuidado con lo que se está celebrando porque puede ser realmente poco incluyente con la escena migrante de acá y por eso nosotros no nos quedamos en literatura latinoamericana. Insistimos mucho en que sea literatura latinoamericana migrante porque estamos en el proceso de rescatar todas esas voces que se fueron. Para nosotros eso es muy importante.

El otro punto diferencial de Graviola es el abordaje de todas las artes y esto se nota ya desde la propia edición del libro, el cuidado en la maquetación, el crear un libro como objeto de valor.

Sí, para nosotros es muy importante ver cómo las fronteras se caen. La literatura es el germen de todo y a partir de ahí llamamos al artista, llamamos al músico, al chef, al fotógrafo, para que el mismo texto esté migrando hacia otras artes. Es todo un proceso de viaje al que invitamos al lector. Como no entendemos el mundo con las culturas cerradas, entonces no entendemos la  literatura cerrada en sí misma. Esa es la forma en la que hemos intentado abordar nuestro proceso creativo y fundar nuestro espíritu desde ahí, desde una inclusión total de todas las artes y por qué no decirlo, el libro tiene su valor en sí, pero también están creciendo las nuevas tecnologías, los nuevos soportes, los nuevos públicos y todo esto nos interesa un montón porque no nos sentimos con ningún tipo de miedo hacia el futuro de la literatura.

¿Cómo podemos adaptarnos a estos retos?

Creo que lo mejor que podemos hacer es estar conversando desde ya con todas las artes, con todos los formatos y con todos los lectores posibles para poder crecer en conjunto y en sintonía con esto. El libro ya habla por sí solo: es el invento que más años lleva de forma estática y eso tiene que cambiar. La literatura no siempre está en los libros. Esa es otra forma de verlo. La literatura también puede estar en videos, en arte digital, en menús de restaurantes, por ejemplo. Nos interesa mucho ver esto y es por eso que tampoco entendemos la labor editorial sin la labor de la gestión cultural. Somos muy insistentes en eso. El único libro que hemos sacado este año fue Una holandesa en América y lo decidimos así porque queríamos dedicar tiempo a hablar con nuestro público, a hacer eventos, a charlar con ellos. Antes de sacar un libro quiero saber de qué hablan, qué sienten, quiero ponerlos a escribir, quiero que conozcan a los autores, quiero generar un diálogo con ellos para poder seguir creando libros con ellos y ésta es nuestra forma de repensar el modelo de negocio de las editoriales porque está bien rentabilizarlo de otra forma y darle otras entradas a nuestros autores. Estamos poniéndolos en primer plano y estamos rompiendo con que el nacional deje de conocer al migrante a través de terceros, desde la distancia. En vez de eso, te ponemos al autor latinoamericano en frente, conócelo, habla con él, para que no se quede solo en lo que leíste sino que tú puedas contarle a esa persona y esa persona te pueda contar a ti.

«Queríamos dedicar tiempo a hablar con nuestro público, a hacer eventos, a charlar con ellos»

Vuestro trabajo está radicado en Pamplona, pero, ¿habéis exportado las experiencias culturales más allá de territorio navarro?

Sí, de hecho en Madrid, trabajamos con el Centro de Arte Moderno. Con ellos hicimos en un momento un recital dedicado a Vallejo y no fue más que eso, simplemente encuentros. Hemos propuesto también varios ciclos de talleres. La idea es que de aquí al próximo año estemos haciendo más encuentros, más talleres en Madrid y en Barcelona. Como somos una editorial que ha decidido mantenerse en Pamplona toca ir a los puntos neurálgicos de la literatura pero también nos interesa otros puntos, como Zaragoza, y hace poco fuimos a Valladolid. Queremos empezar a atender todas estas ciudades que a veces se olvidan por querer estar en el ruido de Madrid o Barcelona. Para nosotros fue muy importante decidir quedarnos en Pamplona porque también sentimos que es muy difícil decir y hacer algo de valor cuando hay tanto ruido. Al fin y al cabo lo que estamos haciendo es un trabajo de impacto.

Además de la propia divulgación cultural o literaria, Graviola también está realizando una labor de sensibilización y concienciación en torno a la cultura del encuentro, la realidad migratoria. Estáis entrando en terreno casi de la acción social.

Sí, de hecho hemos tomado la decisión, con suerte… Mira, esto es lo que pasó, cuando al principio marcamos la línea de “latinoamericanos migrantes y en Pamplona”, eso despertó la atención de un montón de personas migrantes  que tenían asociaciones culturales cercanas. Lo chévere es que tuvimos ese momento de atención en el arranque y hemos podido empezar a tejer hilos a través de Navarra de colores, que es una marca del Gobierno de Navarra para combatir la xenofobia y apoyar la sensibilización de la multiculturalidad. Con todas estas personas que estaban aquí  y que ya se habían formalizado, a partir de ahí nos han enseñado cómo poder abordar una acción social más allá de una acción literaria. Es una experiencia que nos ha hecho bajar la cabeza un poco y también medir nuestras distancias porque hemos empezado a reconocer que nosotros podemos llegar con la literatura hasta ciertos puntos  y que necesitamos aliados para tener más impacto. Estamos empezando a trabajar con SOS Racismo, o con CEAR. Así creamos alianzas mucho más sinceras y mucho más fructuosas que yo ir de literato tratando se un activista social. Lo mejor que puedo hacer es decir no lo sé, pero me gusta mucho lo que haces, vamos a hacerlo todos juntos. El arte de migrar se hizo con el Instituto Navarro de Juventud y con Navarra de colores. Es una experiencia muy bonita porque la atención ha llevado a un proceso sincero y a un aprendizaje para nosotros. Lo mejor que podemos hacer es ser sinceros y honestos.

¿Algún proyecto próximo?

Justo ahora estamos empezando un proyecto que se llama Para quedarme aquí, que lanzaremos a finales de septiembre. Empezaremos con un webzine que se unirá con ciclos de charlas y talleres y después lanzaremos una antología y un podcast. Será un año entero de contenido multimedia para visibilizar narrativas migrantes. Para el webzine estamos invitando a escritores, periodistas, activistas, para que desde el formato de la entrada de blog y el artículo un poco más libre puedan contar sus experiencias migratorias. Y donde también abarcaremos terreno más allá de lo latinoamericano, porque estamos invitando a Paloma Chen, escritora china-española; a Youssef Taki, artista marroquí; Florencia del Campo, para hablar de la experiencia migrante en un formato nuevo y después hacer con ellos ciclos de charlas, que podrían exportarse a otros lugares.

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