En 2012, el editor argentino Guillermo Bravo vio un hueco cultural entre China y Argentina y decidió cubrirlo poniendo en marcha la iniciativa literaria Mil Gotas, dedicada a conectar China y Asia con el público hispanoparlante, a través de las humanidades, la literatura y los libros. En la actualidad, cuenta con librerías en Beijing, Shanghai y Chongqing y funciona como agencia y editorial. Además, traduce libros del chino al español y del español al chino, representa autores latinoamericanos en China y sostiene una agenda de presentaciones, talleres y charlas para vincular público, autores y productores de China, América Latina y España. Diego García, quien desarrolla el proyecto desde Buenos Aires, nos contó los porqués de Mil Gotas.
¿Cómo nace Mil Gotas?

Lo primero que hay que señalar es que, en general, en Occidente, nos falta información sobre China, sobre Asia en general, pero sobre China en particular. Nos faltan imágenes de ese país. Si hablamos, por ejemplo, de Estados Unidos o de cualquier país de Europa podemos seguro mencionar tres, cuatro ciudades. ¿Dónde ocurre la auténtica escena de amor en una película? ¿En qué ciudad? En Venecia, en París. China no entra ahí. Es poco lo que vemos, lo que escuchamos de ese país. Tenemos muy poca información. En Mil Gotas pensamos que los libros pueden ayudar mucho a suplir esa falta de imágenes.
Lo cierto es que el libro de China y los consumidores occidentales todavía están muy lejos. Y esto es algo que no pasa por ejemplo con el manga o el cine japonés. Está todo mucho más lejos. Hay mucho trabajo para hacer en China.
Nosotros nos hemos centrados en los libros, sobre todo en la función que tienen los libros, como una manera de conocer y ver el mundo. Pero también nos hemos abierto al arte. Hace poco inauguramos una residencia de arte, porque mi socio allá, Guillermo Bravo, conoce más este ámbito. Nuestra principal herramienta son los libros, pero también con la residencia participamos en algunas exposiciones artísticas o fotográficas, tanto en China como en Argentina, o en México, o en Perú, ayudando así a que China llegue hasta acá.
Guillermo Bravo es el fundador de Mil Gotas. Nacido en la ciudad de Córdoba, estudió literatura en Argentina, y después completó sus estudios de literatura en China, luego en Francia. Comenzó a vender su libro en la plataforma china Taobao y vio que tenía buena acogida. Se dio cuenta de que en China no había una oferta de libros en español, y que, además, no había ninguna librería que vendiera libros en español. Y entonces, montamos Mil Gotas, la primera y única librería específicamente dedicada a libros en español en China. Hoy tenemos librerías en Beijing, Shanghai, y Chongqing, con público repartido entre hispanoparlantes residentes en China y chinos.
Por otra parte, en el proyecto empezamos también a trabajar como editorial, publicando y traduciendo para llevar la cultura, las ciudades chinas a pueblos hispanoparlantes. Trabajamos en dos orillas, en Buenos Aires y Argentina.
La historia contemporánea de China, con una nueva política económica, con la gran apertura comercial, ¿ha supuesto también una apertura cultural? ¿Hay un mayor interés hacia culturas foráneas?
Sí, pero diría que ahora no estamos en el pico. Diría que el pico fue en algún momento de finales de los años 90 del siglo XX y comienzo del siglo XXI. Durante la década del 90, China comienza a mirar a Estados Unidos y quizá un poco también hacia Europa. Los ciudadanos chinos también empiezan a mirar a Occidente como destino para ir a estudiar o migrar.
No obstante, son distintas posiciones que van en direcciones diferentes; así como por un lado hay cierta política aperturista, por otra parte, también se le va a atribuyendo un protagonismo global al país asiático por parte de otros actores de la política internacional.
Ahora, yo veo que en China hay interés por el mundo. Es un interés que comenzó en ese momento de máxima apertura de la economía china, en la década del 90 e inicios del 2000. China en algún momento creció entre el 10 y el 12% anual y, en esas épocas de crecimiento, había mucho dinero para generar producciones, para llevar escritores a China, para financiar propuestas culturales y esto alimentó un diálogo cultural que continúa hoy.
Históricamente, ¿ha habido una conexión entre ambas regiones, entre Asia y Sudamérica, más allá del flujo migratorio? ¿Hay un intercambio cultural y literario?
Cuando hablamos de un recorrido histórico, me parece muy interesante poner un límite temporal: ¿dónde está esa referencia histórica? Quizá si hablamos de la conexión que ha habido entre Asia y Sudamérica podríamos ir hasta la época colonial, cuando muchas mercancías llegaban a España y por ende a Europa, desde América a través del Pacífico. Esto es importante porque, como vos dijiste, hay ya sustrato histórico de unión entre lo chino y lo americano y en Argentina parece no haber un gran registro de esto.
Es un país que ha estado mirando siempre al Atlántico. Pero si uno va a México, o a Chile, con salida al Pacífico, el registro del contacto chino sí existe. Allá hay una presencia del chino muy diferente de la que hay en Argentina, y particularmente en la ciudad de Buenos Aires. Claro ejemplo es la ciudad de San Pablo, donde la mano de obra del esclavo africano fue rápidamente sustituida por la mano de obra barata asiática, y hoy en la ciudad brasileña está la comunidad japonesa más grande del mundo fuera de Japón. Allí hay más de dos millones de personas japonesas.
Cuando pensamos en esa conexión histórica, lo más importante es descubrir que había unos vínculos que no sabíamos que estaban, que andaban olvidados, ignorados, detenidos.
Si nos centramos en el siglo XX, podríamos hablar de un intercambio que llegaría por las personas que migraron hacia Argentina, con llegadas importantes de coreanos y chinos. ¿Hay experiencias de descendientes de personas asiáticas que están escribiendo en castellano?
Durante el siglo pasado hay migraciones importantes de asiáticos. La primera gran oleada se produce durante la década de los años 60. En ese momento, las personas que vienen del continente asiático, sobre todo chinas, eran muy pobres. Y esto creo que es interesante mencionarlo, porque el mundo estigmatiza a la población china. Los que vienen no son chinos ricos, que se incorporan a los altos ámbitos de la sociedad. Son muy humildes y hacen un trabajo sin saber un idioma. Esto creo que deja una huella en los imaginarios que tenemos de las personas chinas.
Porque sí, eran esas personas que vinieron y trabajaron en lo que pudieron, pero también son quienes usan tecnología punta y desarrollan grandes obras de infraestructura. Esto está ahí, en esa construcción que hacemos del imaginario chino en Occidente.
Por otra parte, las familias chinas, si bien se incorporan a algunas tradiciones argentinas, también cultivan la escritura, el idioma, el regreso al país. Ahora, ser chino es un activo valioso. No hay un estigma. Soy chino, sí, conozco el país, conozco lo que pasa, conozco las emociones. Entonces, esa asimilación, como todas las asimilaciones, hay que conocerla bien y estudiarla para poder caracterizarla.
Yo no conozco descendientes de chinos que tengan un lugar destacado en el campo literario argentino, pero sí conozco algunos descendientes de chinos que tienen un cierto lugar en la ciudad. Pero siempre como chinos, como descendientes de chinos.
Si nos vamos a China, ¿se conocen experiencias de escritores sudamericanos que hayan viajado a China y que estén escribiendo desde allí?
En la actualidad hay bastantes sudamericanos que han viajado a China, gracias a determinadas becas, y han desarrollado allí ciertos trabajos. Ahora bien, la impresión es que esos escritores, por ejemplo colombianos, que escriben en China, lo hacen pensando en sus lectores colombianos, no lo hacen para un público chino.
Diego García es un profesor argentino licenciado en Filosofía que se ha ido enfocando en estudios chinos. Actualmente vive en Buenos Aires y lleva adelante el proyecto de Mil Gotas en Latinoamérica.