Juan Vico: “Cuando narras, siempre acabas inventando algo”

El hogar es la otra cara de la moneda del nómada. En esta vida a la deriva, volver parece el destino recurrente: partir para regresar. Dino Campana es este tipo de nómada: una persona disconforme con el mundo, con su origen, pero que de manera necesaria, casi imperiosa, retorna constantemente a su pueblo, a su hogar. Juan Vico, autor de Los regresos, desentraña algunas claves de este libro editado por Galaxia Gutenberg.

¿Es Juan Vico un nómada?

Me gusta viajar, me gusta la experiencia de haber viajado. Me gusta el viaje en sí, pero también pensar lo que te aporta haberte desplazado. Me atrae reflexionar sobre la experiencia del viaje mediante la escritura, como algo que se va repitiendo y cada vez es diferente.

Pero yo en mi vida soy muy poco nómada. He vivido siempre en Barcelona o alrededores, con lo cual no tengo demasiado de nómada. Quizá por eso también me atraía un personaje como Dino Campana, que no paró de desplazarse, aunque siempre acababa volviendo a su pueblo natal. Hay algo ahí de la clásica atracción por el contrario.

Es muy interesante en Dino Campana justamente eso: es un nómada, pero no el nómada que camina sin rumbo, que no tiene destino, sino que es alguien que continuamente vuelve a su hogar, vuelve a su casa y siente esa necesidad de volver. Me gusta que utilizaras la palabra imantar, que esté imantado a su origen.

Dino escapa de su lugar de origen, pero esa fuga también es, a nivel literal y simbólico, una huida de muchas más cosas. Intenta escapar una y otra vez de aquello que lo oprime, la familia, el sistema escolar, social, laboral, etc. Una huida imposible, claro. Por mucho que se marche, siempre siente el impulso de volver al sitio al que pertenece, esa  imantación que comentabas. Seguramente porque ahí fuera no encuentra escape alguno, en realidad.

Digamos que son alivios transitorios. Su pueblo, además, está rodeado de zonas montañosas que también le servían para perderse durante fugas más breves y darse el lujo de estar solo, pensar, descansar del mundo.

Está esa idea del poeta que vive en los márgenes. ¿Un poeta, un artista, necesariamente tiene que ser escapista, nómada? ¿Tiene que escapar o se siente que no encaja en el lugar donde vive?

Eso corresponde un poco al mito romántico del artista, al tópico del artista incomprendido. No creo que sea necesario, y mucho menos a estas alturas de la historia.

Pero en Dino Campana se dan perfectamente las circunstancias necesarias. Por un lado, está su inconformismo y la incomprensión por parte de los demás, lo que acaso tenga que ver con su visión artística de la realidad, que por supuesto no coincidía con la de la mayoría de sus conciudadanos. Por otro, su cúmulo de problemas personales se relaciona con sus desarreglos mentales, por mucho que no sepamos hasta qué punto estaban causados precisamente por el contexto o si el contexto lo que hizo fue dispararlos. Está bien, en cualquier caso, dejar cierto terreno a la incertidumbre, que sea el lector quien acabe decantándose por un lado o por otro, si es que hace falta decantarse.

Dino hereda el puesto que hasta entonces ocupaba el tío Mario en la familia, el personaje raro, loco, a ratos molesto. Y un poco me recuerda a esa idea de que cuando se constituye la polis, el extranjero, el de fuera, el que va y viene y no se establece en la ciudad, es visto como alguien sospechoso por parte del que tiene una vida estable dentro de la polis. Y a Dino Campana un poco le pasa eso. Desde que sale empieza a ser visto como alguien sospechoso, igual que el tío.

Sí, me gusta esto que comentas. Es como un bárbaro dentro de la polis, dentro del pueblo. Pese a haber nacido allí,  es visto como un extraño. Lo significativo, y también aparece en el libro, es que se vuelve doblemente extraño cuando regresa de su primera huida de juventud. Siempre ha sido  el raro del pueblo, pero cuando vuelve de su primer viaje por Europa, un periodo durante el que nadie sabe dónde está, es como si de repente llegara revestido de una doble extrañeza. Quizá por eso que comentas: ahora sí que es de verdad «el que viene de fuera». Es algo que está, desde luego, en la figura de Dino Campana.

Es un personaje particular porque siempre está en la esperanza de que va a salir de su situación de pesadumbre. O sea, esperas que salga de esa locura, de ese vagar, de esa herencia, que finalmente publicando, o gracias a su poesía, un poco va a salir de ahí, pero él arrastra su tragedia durante toda la vida.

Y no va a recibir ningún reconocimiento. Cuando empiece a sonar su nombre, ya estará internado en un sanatorio. Durante su vida no dejó de toparse con ese muro hecho de reglas y convenciones, de modo que necesitaba un esfuerzo mayúsculo para conseguir cualquier cosa. Es ese tipo de persona, de personaje, alrededor del que parece que haya siempre una confabulación para que fracase. A pesar de su brillantez, y a pesar de que el tiempo pone las cosas en su lugar, durante toda su vida debió de sentir ese tope, ese muro sólido contra el que no podía dejar de chocar.

También es muy interesante cómo narras la biografía. No es un hilo narrativo al uso, sino que partes de esas imágenes. Está muy bien porque es un elemento visual muy breve, además, a partir del cual contar toda una historia. ¿Por qué decides construir la historia así?

En parte se debe a mi fascinación por la imagen, siempre me ha interesado reflexionar sobre ella. Hay muy pocas imágenes que se hayan conservado de Dino Campana. Y algunas, como también cuento en el libro, tienen trampa. Me resultó muy útil, narrativamente hablando, que quedase tan poco testimonio visual del personaje y, que incluso en esa dimensión todo fuese todo resbaladizo y engañoso. Como corresponden a diferentes épocas, además, pude utilizarlas como una especie de hilo narrativo, una excusa para ir hilvanando las etapas de su vida.

En realidad, juego con las imágenes como con el resto del material, aprovechando  los huecos informativos. Hay mucho anecdotario respecto a Dino Campana, mucho folclore, digamos, y decidí que se podía jugar con eso también. Podía utilizar todo ese material y a través de una voz narrativa que se va autocuestionando plantear al lector que las grandes verdades siempre tienen matices. Lo que pasó está ahí, evidentemente, pero nos cuesta mucho conocer su verdad profunda. La literatura ha de tener en cuenta siempre la duda. Quería plantear al lector, en definitiva, que aunque cabe diferenciar lo que dicen que ocurrió, lo que pudo ocurrir, o incluso  lo que nos gustaría que hubiera ocurrido, al final todo forma parte de la misma historia.

Te lleva a pensar cuánto de verdad hay en otras biografías que nos cuentan y cuánto de fake hay en las imágenes. Y esto enlaza mucho con lo que es muy informativo de hoy día, que no sabes si creértelo todo o no.

Sí, y estoy escribiendo ahora mismo al respecto, más a nivel ensayístico. Es un tema que me interesa mucho. Podría haber escritor una biografía académica, y analizar minuciosamente las probabilidades de que cada suceso fuese más o menos real. O hacer una novela más tradicional, manipular los sucesos dramáticamente en clave de novela histórica. Ninguna de estas opciones me interesaba, así que decidí un término intermedio. No es un ensayo, ni mucho menos, pero tiene ese lado de reflexión sobre lo que supone hacer una biografía. Juego en ese terreno, en el sentido de lo que señalas: un relato biográfico nunca deja de ser, ante todo, un relato.

Es verdad que, al final, siempre está esa carga subjetiva del que escribe y del que cuenta la historia. La objetividad es completamente imposible, incluso en un medio periodístico en el cual piensas que puede haber más objetividad. Si es la persona la que escribe, tiene que haber ahí un punto de subjetividad seguro.

Claro, en el periodismo, como bien dices, pero incluso en la academia, incluso en los estudios más rigurosos. Pienso que siempre que cuentas una historia, aunque sea en un ámbito no ficcional, acabas narrando y, cuando narras siempre acabas inventando algo. Ahora bien, aquí entra en juego una consideración moral importante: no es lo mismo hacerlo en un medio que en otro, así como no son iguales la subjetividad involuntaria, la subjetividad creativa y la manipulación consciente y malintencionada, por descontado.

¿Cómo te imaginarías que viviría en la actualidad Dino Campana? ¿Sería un personaje más aceptado hoy día?

Me parece una pregunta muy original. Creo que habría cierto riesgo de que  se convirtiera involuntariamente en una especie de freak mediático. En su época, este tipo de personajes al margen de la convenciones eran ridiculizados por su entorno más inmediato, pero ahora que todo se multiplica y se hace público al instante podría alcanzar una dimensión global.

Imagínate que alguien grabara un vídeo de Dino Campana haciendo alguna barbaridad y que eso se viralizara. La gente, en vez de estar pendiente de su literatura, estaría pendiente de sus extravagancias. En el plano positivo, quizás hubiera podido divulgar su obra de una forma mucho más fácil y obtener un éxito en vida que acaso le hubiera permitido llevar un tipo de existencia más apacible. Quién sabe.


Juan Vico (Badalona, 1975) ha publicado las novelas Hobo (2012), El teatro de la luz (2013), Los bosques imantados (2016), El animal más triste (2019) y Los regresos (2024). Es también autor de varios poemarios, del libro de relatos El claustro rojo (2014) y del ensayo sobre cine La fábrica de espectros (2022). Su trabajo ha recibido reconocimientos como el Premio Internacional de Poesía Arcipreste de Hita, el Premio de Novela Fundación Monteleón o la residencia de escritura MALBA, entre otros. Actualmente, es profesor en la Escuela de Escritura del Ateneo Barcelonés.

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