Caminantes revisa los paseos, caminatas y vagabundeos de artistas, escritores y pensadores, desde Baudelaire a Borges, pasando por Machado o Rosa Chacel. Es el resultado del orden que hacemos en una colección, “para mirar sin ver”, nos explica Edgardo Scott, autor de este ensayo publicado por Gatopardo. Con él hemos conversado en Itinerancias.

¿Por qué escribir sobre el acto de caminar?
Hay varias respuestas, porque uno va encontrando el sentido de su propia escritura con el tiempo. Cuando lo escribí tenía dos ambiciones, una era ordenar un poco lo que yo sentía que se estaba multiplicando de una manera un poco confusa. Había muchos libros sobre Caminantes, la mayoría con un sabor algo supersticioso e ideológico. Como si caminar fuera «bueno», y eso no me gustaba. Por eso preferí escribir orientándome por las viejas palabras que definen el acto y la tradición de los caminantes. Después también me di cuenta que fue una suerte de excusa o fatalidad para probar un género que luego he practicado bastante, el ensayo.
En Caminantes ofreces una clasificación del “caminante”. Podemos encontrarnos con flâneurs, paseantes, walkmans, vagabundos, peregrinos. Edgardo Scott, ¿dónde se sitúa?
Siempre digo que me gustaría, en un sentido «existencial», ser un peregrino, porque al peregrino lo mueve, lo impulsa el amor, la fe. Sin embargo, me conformo con ser de tanto en tanto un buen paseante.
El libro es también un recorrido, como una invitación a caminar por muchos pequeños caminos, carrefours y bifurcaciones que hay que elegir. Nos da las señales para iniciar otras caminatas.
Ojalá. Muchos me han dicho que lo leen como un paseo o como si tuviera una forma andariega. Para mí, es un gran tema de la literatura. Como el viaje, la muerte o las novelas de amor, la caminata es un tema infinito dentro de la literatura, tanto en las escenas dentro de la literatura como por el valor que le han dado tantos autores que han sido caminantes.
El escritor, ¿es necesariamente un caminante?
No, no necesariamente. Uno no imagina a Balzac como caminante, tampoco a Sylvia Plath. O sea que no, no necesariamente. Cada escritor siempre tiene su tradición. Pero es cierto que hay una larga tradición de escritores y artistas caminantes y un poco de ellos se ocupa el libro.
El acto literario, ¿supone un desplazamiento?
Eso seguro, en el sentido de que la creación siempre es creación de símbolos –eso lo repetía mucho Borges– y entonces siempre hay una distancia entre lo escrito y lo sugerido, entre el significante y el significado, siempre las cosas están un poco desplazadas en la literatura. Y ese es uno de los problemas que tenemos hoy, todo se está volviendo demasiado literal.
Gracias a las caminatas, paseos, excursiones, incursiones, de estos escritores, hemos podido conocer ciudades, paisajes e incluso paisajes interiores.
Sí, las dos cosas. De eso se trata. Eso ya lo vio Sterne, entre otros, cuando escribió, justamente, El viaje sentimental. Sin embargo, creo que el viaje, paradójicamente, está más al servicio del conocimiento personal, y la caminata, del conocimiento del mundo.
¿Caminamos ahora mejor que antes? La esencia del camino, ¿tiene relación con la época histórica?
Claro, caminamos según la época histórica. Al menos en lo que se refiere a los hábitos comunes. En ese sentido nadie escapa a las tecnologías de su tiempo. Sin embargo, creo que hay temperamentos o caracteres asociados a la marcha, y que son los que están en el libro, que son atemporales.
Edgardo Scott nació en Lanús, provincia de Buenos Aires y actualmente vive en Francia. Es autor de la nouvelle No basta que mires, no basta que creas (2008), de los libros de cuentos Los refugios (2010) y Cassette virgen (2021), de las novelas El exceso (2012) y Luto (2017), y del ensayo Contacto. Un collage de los gestos perdidos (2021). Es traductor y crítico literario.