El Camino de Santiago, un viaje entre el cielo y la tierra (Prames) tiene un significado especial para los dos peregrinos que lo dan a luz. Jesús Tejel (maestro fotógrafo) y Reyes Lambea (caminante poeta) ofrecen un nuevo monumento del camino: aquel que querrán tener aquellos que ya han abrazado al Santo y aquel de quienes aspiran a hacerlo. Es un libro para apresar el recuerdo, no el del dato, sino el de las emociones, el de las visiones, que impregnan el alma del peregrino. Va del cielo a la tierra, de lo global a lo concreto, de lo colectivo a lo individual, del amor universal al amor personal, del viaje total al interior. De todo esto, hemos hablado con Jesús y Reyes, Reyes y Jesús.
El libro está elaborado desde la propia experiencia personal. Ambos habéis peregrinado el camino. Esto, ¿qué transmite al producto final, ofrece un sentido especial?
R.L. En mi caso sí. Cuando hice la peregrinación, escribí diario, reflexiones. Primero, he utilizado esa experiencia puramente física y espiritual en determinados fragmentos del libro, pero luego es verdad que no es lo mismo leer y documentarte sobre ciertas partes del Camino de Santiago, como he hecho sobre la historia, que escuchar las historias personales de los peregrinos. A todo el mundo le preguntaba “por qué has hecho el camino”. Las historias personales que aparecen en un capítulo son todas reales. Lo experiencial me parece que es fundamental a la hora de hablar de un viaje de descubrimiento que es el Camino de Santiago.
J.T. Mi caso fue un poco especial, porque el objetivo de mi peregrinación era fundamentalmente fotografiarlo y, sobre todo, fotografiarlo desde el aire porque es algo que no se había hecho. Siempre digo que hay muchas motivaciones para hacer el Camino, cada uno lo hace por un motivo y yo la hice por esa en concreta. Pero es cierto, que cuando te pones a hacerlo, se van mezclando otros sentimientos y otras sensaciones. Cuando te vas cruzando con gente, cuando ves el esfuerzo que supone, cuando ves el recorrido, los paisajes, los monumentos, personas de todos los países, aunque vayas con un objetivo muy específico, te vienen otros motivos y otras sensaciones que no pensabas en inicio. Es un cúmulo de sentimientos y de formas de sentir el Camino que son muy variadas y que al final se te mezclan todas.
Lo que se percibe en el libro es una gran sensibilidad. Es un libro con alma. El lector, desde luego, no va a encontrar un libro de viajes al uso o una guía de viajes, pero sí que invita a hacer el Camino.
J.T. Yo digo que es un libro para todos, desde el que ha hecho el Camino hasta el que no lo ha hecho pero lo quiere hacer o para el que nunca lo hará. Para el que lo ha hecho, es una forma diferente de ver lo que ya vio y de reconocerse. Pero también de sorprenderse porque son puntos de vista completamente diferentes.
Y en los textos de Reyes pasa lo mismo, no es una guía por etapas, no es una guía de albergues o turística, sino más bien un cúmulo de sentimientos, de sensaciones que tiene el peregrino. Para el que tiene la intención de hacerlo, seguro le entra el gusanillo de hacerlo cuanto antes. Para aquel que, por sus circunstancias vitales nunca podrá hacerlo, es una forma de recorrerlo. Al verlo desde el aire, en su mayor parte, es una forma de sentirlo diferente a la de cualquier otro libro que vas a encontrar en librerías.
R.L. Yo creo que literariamente hablando se puede enmarcar en la literatura de viajes, porque la literatura de viajes te permite todo, la reflexión personal, la documentación, el viaje de descubrimiento. La diferencia es que en este viaje de descubrimiento encontramos el aspecto visual, algo que normalmente la literatura de viajes no tiene. Es cincuenta por ciento el viaje visual y cincuenta por ciento el viaje literario. Creo que eso es lo que hace de este libro un libro diferente.
Hay una perfecta sincronización entre textos e imágenes, pero también entre globalidad y concreción. Hay un descenso al detalle que se ve en ese viaje que hace el dron desde las fotografías aéreas hasta las historias al pie del camino.
J.T. El libro se construyó sobre la base de que Reyes había hecho ya el Camino, lo conocía perfectamente y yo no lo había hecho. Entonces, antes de recorrer un solo kilómetro o hacer una sola foto, nos sentamos a hablar y decidimos que fuera diferente, que la estructura se guiara por temas y no por etapas; definimos los doce temas antes de que yo iniciara el Camino.
Cuando empecé a caminar, ya tenía muy claro cuál iba a ser el componente final del libro. Hubo cosas que si no se hubiera trabajado así, no hubieran salido. No me hubiera levantado una hora antes del amanecer si no hubiera sabido previamente que el primer capítulo tenía que ser sobre amaneceres, y que el día anterior tenía que ver desde donde volar el dron, a qué hora salía el sol. O si Reyes no me hubiera contado que me iba a encontrar con señales que iban dejando los peregrinos a lo mejor me habrían pasado desapercibidas y ese capítulo tampoco existiría. Y Reyes no escribió una sola línea hasta que yo no le pasé las más de 200 fotografías. Es un libro completamente imbricado de imágenes y textos. Desde el minuto cero está pensado así.
R.L. Somos muy organizados. Hemos trabajado juntos en proyectos sociales anteriormente y tenemos amistad, por lo que pudimos organizarnos previamente muy bien. Es verdad que hasta que yo no tuve las fotografías no me puse a escribir. Sí que, mientras él hacía las fotografías, yo me documenté sobre aquellas partes que desconocía, como la historia, las leyendas del Camino. Y ese fue un segundo viaje de descubrimiento sobre otras dimensiones que desconocía.
De estos doce temas que estructuran el libro, hay uno que me resulta especial. Es el capítulo dedicado a los puentes, como símbolo de todo lo que representa el Camino: puente entre épocas, entre historias personales, entre culturas. Representa el encuentro y es símbolo, incluso, del progreso urbanístico y de comunicaciones que supuso el Camino de Santiago en su origen.
R.L. Es verdad que hay puentes icónicos para el peregrino. Para mí, por ejemplo, fueron el puente de Canfranc, donde tomé decisiones importantes; el puente de Puente La Reina, que es muy famoso. Entonces, claro, está eso más turístico, del peregrino que se para y se toma fotos en el puente. Pero luego, metafóricamente, es una etapa de transición, un tránsito de una forma de entender la vida hacia otra forma de entender la vida. Es una metáfora de todo eso.
Además, ver los puentes desde arriba, nos parecía una oportunidad maravillosa, porque no hay tampoco muchas fotografías de puentes. Pero sobre todo, lo que me parece muy importante, es el puente que te tiendes a ti mismo y al otro a lo largo del Camino. Porque es un camino interior, pero también porque no dejas de encontrarte con gente de otros países. Esto te cambia. Es un puente que tiendes a otras culturas.
J.T. Los puentes son superfotogénicos y más desde el aire, porque se ve el río; esperaba que pasara también algún peregrino. El puente es muy fotogénico, y desde el punto de vista literario y de emociones que transmite es tremendo. No recuerdo quién decidió hablar de puentes pero era algo que teníamos claro que había que introducirlo.
R.L. También está el hecho histórico de que muchos nobles veían cómo los peregrinos cruzaban el río en barcazas y hubo una apuesta política de los nobles de construir puentes. Y esto me parece importante porque el Camino es lo que es hoy en día no solo por motivos de fe sino porque en varios momentos se aunaron voluntades políticas y religiosas para que el Camino fuese lo que era, igual que ahora es lo que es gracias a mucha suma de voluntades.
El Camino, como se cuenta en el libro, fue también la causa de la transformación paisajística en todo el territorio, porque supuso la construcción de templos, hospitales, poblaciones, puentes, senderos.
R.L. Claro, el Camino francés fue creciendo gracias a la construcción de monasterios, puentes y otras construcciones.
Más allá del Camino, en el libro se reflexiona también sobre el propio concepto de caminar. Como peregrinos, ¿qué significa para vosotros caminar?
R.L. En un mundo que transita a mucha velocidad y donde tenemos demasiados estímulos, caminar como ejercicio físico y espiritual es revolucionario y evolucionario porque es un ejercicio de lentitud, de contacto con el presente, con el cuerpo y con el paisaje. Caminar durante muchos kilómetros y caminar como ejercicio diario te transforma. Con este libro hemos querido que todas aquellas personas que no están en disposición de hacer ese ejercicio, puedan vivirlo. La literatura te permite vivir a través de otros esas experiencias. También buscábamos que todas esas sensaciones que tienes al caminar, se transmitan para que el lector que no pueda caminar pueda sentirlo igual.
J.T. A mí siempre me ha gustado caminar, pero siempre lo he hecho en montaña, sobre todo en el Pirineo. Pero es diferente porque son distancias más cortas que en el Camino, pero son más exigentes porque estás continuamente subiendo y el corazón te va a cien. Pero esto no pasa en el Camino, donde son muchos kilómetros, muchos días seguidos. Es una acumulación de esfuerzo importante, pero también es adictivo. Estás deseando que llegue el día siguiente para comenzar a andar. Es una mezcla de sentimientos de disciplina, de esfuerzo, pero también de contacto con todo, con otras personas, con el camino, con los monumentos, con la Naturaleza. Es muy agradecido y mucha gente repite caminos precisamente porque engancha. Durante el Camino, como son muchas horas, puedes estar hablando con otras personas, pero en muchos momentos estás hablando contigo mismo. Te permite reconciliarte contigo mismo, plantearte metas, etcétera
Está ese debate del caminar solo o acompañado. ¿En qué lado estáis?
R.L. Creo que todo tiene su tiempo y su momento. Yo, el Camino de Santiago recomendaría hacerlo solo, aunque luego nunca estás completamente solo, porque en los albergues te encuentras gente. Pero es un camino para hacerlo solo si lo que buscas es ese viaje interior. A mí en particular, me gusta más caminar sola.
J.T. A mí también. De hecho, el Camino lo empecé con un amigo pero por diferentes circunstancias lo tuvo que dejar y tuve que hacer gran parte solo. Todo tiene sus cosas positivas y negativas, pero yo disfruté mucho los trayectos que hice solo. Cuando vas con otras personas compartes experiencias; cuando vas solo, tienes la oportunidad de meditar muchas cosas. . No solo estás pensado en qué vas a hacer al día siguiente sino lo que va a pasar el resto de tu vida.
Reyes Lambea (Tauste, Zaragoza, 1971) es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Zaragoza. Ha investigado sobre las aportaciones de la lectura en contextos de exclusión social, enfermedad y crisis, desde una perspectiva comunitaria, desarrollando el Método Lambea de Lectura Compartida. Actualmente es profesional de la comunicación en una entidad social, tarea que compatibiliza con su actividad literaria. Previamente a «El Camino de Santiago, un viaje entre el cielo y la tierra», publicó «Emocionario de la ribera del Ebro» con editorial Prames.
Jesús Tejel es economista y fotógrafo. Socio de la Real Sociedad Fotográfica de Zaragoza desde hace más de 30 años, le interesa especialmente fotografiar al ser humano y el mundo que habita. Ha realizado varias exposiciones individuales: «Vietnam y Camboya, superando el pasado», «Miradas», «Latidos del Perú», «La mirada inocente», «Latidos sin fronteras». Ha impartido diversas charlas y cursos sobre composición fotográfica y fotografía de viajes. Ha llevado a cabo diversas publicaciones, entre las que destacan los libros «Aragón a flor de piel. Una mirada desde el aire» y la actual «El Camino de Santiago. Un viaje entre el cielo y la tierra».