Marca de agua (Joseph Brodsky, Siruela): «Fue un libro-brújula en mi escritura, no tanto por imitar la prosa del judío ruso como para mi búsqueda de sentido y destino al trabajar un texto. La deriva veneciana de Brodsky no sólo me dio la distancia, la perspectiva y la cadencia necesarias para comenzar mi primer cuaderno de viajes en Budapest, sino que a día de hoy todavía nos ofrece un valioso punto de vista sobre lo que, frente al imperio banal del turismo, aún pueden significar el viaje, el retorno y cierta poética de la experiencia itinerante».
«Clásicos de la literatura de viajes aparte, suelo preferir los libros singulares que me enseñan a mirar, escuchar y pasear de un modo distinto, como las miniaturas de Eliot Weinberger, los cuadernos de Nicolas Bouvier o los ensayos breves de Peter Handke, pero hay un autor en particular con quien desde hace media vida siento una gran afinidad como artista y viajero: el cineasta alemán Werner Herzog, de quien recomiendo siempre con entusiasmo sus libros Conquista de lo inútil (Blackie Books) y Del caminar sobre hielo (Gallo Nero)«.