Sobre la baldosa reventada por los tiempos, paró su errancia. Había llegado. Y, en ese punto, su destino alcanzado, gritó las tripas envenenadas. Hirió sus manos al entregarlas al frío. Rio la última carcajada. Desnudó su cuerpo al hielo. Cayó en el piso sucio, roto.
Y recordó los pasos, todos los pasos que imaginaron su camino. Y rememoró los caminos, todos los caminos, que diseñaron su casa. Y recordó su casa, todas las casas.
Y miró la baldosa, reventada, sucia, rota, la baldosa, esa, que anunciaba, sin más, su llegada a destino, su llegada al hogar.
Excelente
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