Hacemos la maleta y nos vamos. Salimos de un territorio con olores, sabores, sonidos, palabras, hábitos que entendemos como nuestros. Nos han obligado a irnos o hemos huido. Da igual la razón. Llegamos a otro lugar, con sus propios olores, sabores, sonidos. No son los nuestros. Nos puede la nostalgia, morriña, saudade. Nos aletarga, nos obsesiona. En ese proceso, solo es eso lo que podemos escribir. Porque nos parte el alma el recuerdo de aquello que ya no tenemos.
La integración es una transformación individual, un cambio que marcó, entre muchos, a los escritores que salieron de España durante o después de la Guerra Civil. Según varios estudios (por ejemplo Sánchez Zapatero, 2016) pocos fueron los que, a pesar de tener una acogida de reyes en territorio hispanoamericano, lograron espantar los fantasmas del exilio, arremangarse y sumergirse en la cultura local. Los más quedaron nadando en sus obsesiones fijadas en el recuerdo de una patria idealizada desde el minuto uno de la salida. Sucedió entonces algo parecido a lo que ocurrió en las crónicas del descubrimiento, en las que la imagen ofrecida del Nuevo Mundo era configurada a través del filtro de los recuerdos y las imágenes de España.
El investigador Sánchez Zapatero señala, sin embargo, que no fue igual para todos. Una gran excepción fue la de Max Aub, que se autodefinía como “escritor español y ciudadano mexicano” y puso de manifiesto esa incapacidad de los exiliados de liberarse del lastre del pasado.
Aub se preocupó desde su llegada a la ciudad de Veracruz en 1942 por estudiar diversos aspectos de la cultura del país que le acogió. Por ejemplo, se relacionó desde el principio con la cúpula intelectual literaria (entre su círculo social se encontraban Octavio Paz o Alfonso Reyes); inició enseguida su actividad como crítico teatral y de poesía mexicana, en la que, además de seleccionar obras de diversos poetas del país, realizó un pequeño estudio introductorio sobre la situación del género durante la década de 1960 (Guía de narradores de la revolución mexicana y Ensayos mexicanos, antología publicada póstumamente en la que se analizaban diversos aspectos de la nueva sociedad).
Además, fue uno de los pocos narradores exiliados que, desde el fundacional cuento “Tersita”, intentó describir el ambiente mexicano en algunas de sus composiciones literarias sin el recurrente y nostálgico filtro de la experiencia española, presente, no obstante, en muchas otras.
Sin embargo, podría decirse que esta indagación de la idiosincrasia mexicana no respondía tanto a una necesidad de conocer la cultura que le había acogido sino a un proceso de universalización. Aub va más allá. En Crímenes Ejemplares internacionaliza su preocupación intelectual por los horrores sufridos por el ser humano, independientemente de sus orígenes. Su obra se universaliza, de manera similar a la expansión de su preocupación intelectual y cívica desde la problemática del hombre español a la totalidad del género humano, y en la denuncia de la degradación y la barbarie a la que está sometida el hombre contemporáneo.