Dónde está mi corazón

Entre dos tierras es una canción de Héroes, esa en la que el cantante convierte en himno el debate interno entre querer y deber. Pero esas dos tierras metafóricas en la canción son reales para las personas migrantes, exiliadas, refugiadas, que de manera forzada o voluntaria han abandonado el territorio donde nacieron. Hay dos, tres, infinitas tierras o un solo mundo en su corazón. Están y no están en ningún lugar.

Tampoco la decisión ante la muerte es sencilla.

Carlos II el Malo escribió en sus sucesivos testamentos que su cuerpo debía enterrarse en la catedral de Pamplona, sus vísceras mandadas a Roncesvalles y su corazón a Ujué. Al parecer, esta costumbre de la evisceración y reparto era bastante frecuente entre los reyes. Se relacionaba con el interés por las manifestaciones del poder regio y la multiplicación de lugares vinculados a la realeza. Eso ocurrió, por ejemplo, con Teobaldo II de Navarra, quien había muerto en su viaje de vuelta de la Cruzada, en Sicilia, pero su corazón se envió a Champaña, donde se le construyó un curioso sepulcro que hoy se conserva en París.

Para otros, esta repartición física llegó más tarde. Al escritor Inca Garcilaso de la Vega no lo regresaron al Perú hasta 350 años más tarde. Un cofrecito con unas pocas cenizas volvió al territorio que le vio nacer, crecer y que él guardaba como un tesoro obsesivo que le llevó a escribir los Comentarios Reales de los Incas (o Historia general del Perú).

Publicada en Lisboa en 1609, en esta obra, el sobrino nieto del poeta Garcilaso, narró la historia, la cultura y las costumbres de los incas y otros pueblos del antiguo Perú. El libro tuvo tal repercusión en la identidad peruana que sirvió de inspiración al levantamiento de Tupac Amaru. En su momento, la Corona española lo prohibiría en todas sus provincias en América, al considerarla sediciosa y peligrosa para sus intereses, pues alentaba el recuerdo de los incas. La prohibición estuvo vigente hasta 1781, aunque la obra se siguió imprimiendo en España.

Gómez Suárez de Figueroa, renombrado como Inca Garcilaso de la Vega a partir de 156, era hijo del conquistador español Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas y de la princesa inca Isabel Chimpu Ocllo, bisnieta del Inca Túpac Yupanqui y nieta del Inca Huayna Cápac, emperador del «reino de las cuatro partes o suyos» o Tahuantinsuyo (nombre del Imperio incaico en su lengua nativa quechua).

Su obra más importante fueron los Comentarios Reales de los Incas, escrita a partir de sus propios recuerdos de infancia y juventud, de los relatos orales de sus parientes, de contactos epistolares y visitas a personajes destacados del Virreinato del Perú. Se trata de uno de los intentos más logrados, tanto conceptual como estilísticamente, de salvaguardar la memoria de las tradiciones de la civilización andina. Por esta razón es considerada su obra maestra y se la ha reconocido como el punto de partida de la literatura latinoamericana.

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