Dice Lina Meruane en el prólogo de los Cuentos completos de Roberto Bolaño, editados por Penguin Random House que en estas páginas aparecen ciertas palabras como una constante: “Nunca más la volvía a ver”, “Nunca más se volverán a ver”, “Nunca más nos encontramos”. Y es así, esta idea inunda el texto hasta el desbordamiento. Podemos comprenderlo si recordamos que Bolaño escribe desde la memoria, hilando autoficciones o autobiografía. Describe personas, escenarios, sucesos, viajes, olores, dolores. Pero siempre con el poso de haber dejado atrás algo ¿su vida metida en maletas? Quizá es lo único que quedó de las rápidas salidas de sus lugares de habitación: la despedida sin despedida.
Porque en realidad, Bolaño no reconoce de manera explícita la nostalgia del exilio. El escritor chileno-mexicano-catalán (¿le agradaría esta etiqueta? Probablemente, no). En cierta ocasión, le invitaron a dar un discurso en Viena sobre literatura y exilio. Fiel a su naturaleza narrativa, contó la historia de su gran amigo Mario Santiago (Ulises Lima) y ratificó sus palabras: “A Mario, Austria y México y Estados Unidos y la felizmente extinta Unión Soviética y Chile y China le traían sin cuidado, entre otras cosas porque no creía en países y las Únicas fronteras que respetaba eran las fronteras de los sueños, las fronteras temblorosas del amor y del desamor, las fronteras del valor y el miedo, las fronteras doradas de la ética. Y con esto tengo la impresión de que he dicho todo lo que tenía que decir sobre literatura y exilio o sobre literatura y destierro”.
Pero continúa indagando en su discurso sobre esta idea, lanzando un poema del que él consideraba el gran poeta chileno, Nicanor Parra, y que resume su idea del absurdo de las fronteras.
Los cuatro grandes poetas de Chile
Son tres
Alonso de Ercilla y Rubén Darío.
Dice Bolaño en su discurso: “lo primero que nos enseña el poema de Parra, es decir, que no tenemos ni a Darío ni a Ercilla, que no podemos apropiarnos de ellos, sólo leerlos, que ya es bastante. La segunda enseñanza del poema de Parra es que el nacionalismo es nefasto y cae por su propio peso. […] Y la tercera enseñanza del poema de Parra es que probablemente nuestros dos mejores poetas, los dos mejores poetas chilenos fueron un español y un nicaragüense que pasaron por esas tierras australes, uno como soldado y persona de gran curiosidad intelectual, el otro como emigrante, como un joven sin dinero pero dispuesto a labrarse un nombre, ambos sin ninguna intención de quedarse, ambos sin ninguna intención de convertirse en los más grandes poetas chilenos, simplemente dos personas, dos viajeros”.
La escritura de Roberto Bolaño no pertenece a ningún lugar y a todos a la vez. Desde una desierta carretera mexicana al Mediterráneo, recorrió mil y una ciudades, habitó millones de casas, escribió, eso sí, parece, en un estudio de Blanes, desde donde volvió a transitar las otras fronteras, desde el Santiago de Chile, en que nació en 1953, pasando por su infancia chilena en Valparaíso, Viña del Mar, Cauquenes y Los Ángeles y la adolescencia mexicana en el Distrito Federal, y el tour europeo de la juventud, hasta que aterrizó en Blanes, donde pensó que la única patria eran sus hijos, o algo más:
“La patria de un escritor es su lengua… aunque también es verdad que la patria de un escritor no es sólo su lengua sino la gente que quiere. Y a veces la patria de un escritor no es la gente que quiere sino su memoria. Y otras veces la patria de un escritor es su lealtad y su valor… En realidad muchas pueden ser las patrias, se me ocurre ahora, pero uno solo el pasaporte, y ese pasaporte evidentemente es el de la calidad de la escritura”.
El Exilio y la Literatura. Discurso en Viena de Roberto Bolaño. Publicado en Venezuela, Revista Ateneo, n° 15, p. 42-44, año 200.
Roberto Bolaño, Discurso de Caracas pronunciado durante la ceremonia de entrega del premio Rómulo Gallegos por ‘Los Detectives Salvajes’. Editado por Letras Libres en Octubre de 1999.