Camino de sirga: literatura y memoria de un pueblo sumergido

Un río transporta la memoria colectiva hasta que queda encerrado tras las paredes de una presa, incapaz ya de cumplir la función comunicante que vehiculaba la vida de los habitantes de un pueblo. Naves, tripulantes, naufragios, atarazanas eran palabras que regían la vida de una comunidad gobernada por la presencia vital de un río que quedó apresado. El agua se llevó no solo las casas sino un estilo de vida.

La novela Camino de sirga de Jesús Moncada rescata esta memoria colectiva frente a la desaparición material de un espacio y de un modo de vida. Publicada en 1988 y reeditada ahora por Anagrama, la obra evoca el pueblo viejo de Mequinenza, anegado bajo las aguas del embalse de Ribarroja en los años setenta, y lo reconstruye literariamente mediante una narración coral que conjuga historia, mito y cotidianeidad.

El texto recupera aquello que fue Mequinenza, una localidad que vivía del Ebro y de la minería, con un puerto donde descansaban los barcos transportadores de carbón y suministros, los denominados laúdes, que eran arrastrados por unas sirgas cuando navegaban contracorriente. Fue este pueblo zaragozano el que vio nacer a Jesús Moncada  y fue allí donde coleccionó las numerosas historias que se narran en la novela. El texto final es un mosaico de voces, personajes, acontecimientos que entremezclan realidad y ficción. Algunos de los hechos como el paseo en globo por el Ebro, son reales, e incluso ciertos personajes, como Madamfransuá, existieron en la realidad. Otros, como Nelson, Carlota de Torres, Aleix de Segarra, podrían ser reflejo de los habitantes de Mequinenza.

Siguiendo la perspectiva de Maurice Halbwachs, quien define la memoria colectiva como un proceso socialmente enmarcado, Moncada convierte la novela en una instancia de reconstrucción del recuerdo comunitario. La multiplicidad de voces, anécdotas y rumores que pueblan la narración refleja el carácter fragmentario y polifónico de la memoria compartida. Al mismo tiempo, en línea con las categorías de Aleida sobre la memoria cultural, Camino de sirga funciona como depósito de experiencias y tradiciones que ya no pueden transmitirse de manera vivencial, sino solo a través de la mediación textual. La escritura se convierte, así, en una especie de resistencia frente al olvido impuesto por la desaparición física del pueblo.

Es esa polifonía vocal y anecdótica, ese constituirse como depósito histórico, esa combinación de realidad y magia la que ha llevado a considerar esta novela dentro de la tradición literaria que combina realismo y mito, humor y tragedia. Aunque el propio autor negó la asociación, Camino de sirga fue repetidamente comparada con Cien años de soledad por su ambición coral y su capacidad de convertir un espacio local en símbolo universal.

El río como eje vital y simbólico

El Ebro articula la vida de Mequinenza tanto en su dimensión económica como en la identitaria. El “camino de sirga”, senda ribereña por la que los sirgadores arrastraban las barcazas contra la corriente, condensa la imagen de un modo de vida desaparecido: “Por aquel camino subían los hombres, sudorosos, arrastrando la barca como quien arrastra su propia vida”.

En este sentido, la novela puede leerse como una etnografía literaria del río, donde se despliega un universo social compuesto por mineros, navegantes, comerciantes, músicos y parroquianos de café, todos ellos configurando un ecosistema cultural. El río no es únicamente un escenario físico, sino un espacio de memoria que condensa afectos, saberes y vínculos comunitarios: “Lo que somos se lo debemos al río y a los que lo han navegado”.

La inundación como trauma histórico

La construcción de los embalses introduce una discontinuidad radical en la historia local. La inundación del pueblo no solo destruye las casas y calles, sino que quiebra la continuidad intergeneracional de la memoria. Este proceso puede analizarse a la luz de la teoría del “trauma cultural” (Jeffrey C. Alexander), en la medida en que la comunidad experimenta la pérdida de su espacio vivido como una herida que redefine su identidad colectiva.

Moncada tematiza este trauma. Sin embargo, prefiere no caer en una idealización nostálgica: la suya es una mirada irónica y lúcida, que combina ternura con crítica hacia las dinámicas sociales del viejo Mequinenza.

Además, apunta al inicio de la destrucción del pueblo aguas arriba: la misma comenzó hace mucho, con la pérdida progresiva de la actividad económica, con las miserias que trajo la guerra, con el abandono de las calles y las casas a lo largo de los años. Describe la inundación no tanto como un ruptura sino como una muerte después de una larga vida.

Camino de sirga constituye, en suma, un texto clave para analizar la relación entre literatura y memoria en el contexto de la España contemporánea. A través de la evocación de Mequinenza, Moncada plantea una reflexión sobre el valor de la memoria colectiva, la centralidad de los espacios vividos en la configuración identitaria y las fracturas provocadas por procesos de modernización que sacrifican territorios y comunidades enteras.

 La novela no solo preserva el recuerdo de un pueblo desaparecido, sino que lo transforma en un símbolo universal de resistencia frente al olvido. Su función cultural trasciende el ámbito literario: la novela se erige como archivo alternativo de la memoria frente a los discursos oficiales del progreso, que borraron la existencia del viejo Mequinenza bajo el agua.

Algunas referencias:

  • Halbwachs, Maurice (2004 [1950]). La memoria colectiva. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza.
  • Delgado, Maria (2009). “Jesús Moncada: la invención de la memoria colectiva en Camí de sirga”. Revista de Literatura, 71.

Jesús Moncada (Mequinenza, 1941-Barcelona, 2005) es uno de los autores en lengua catalana de mayor prestigio nacional e internacional de la segunda mitad del siglo XX. De la mano de Pere Calders, su primer lector y maestro, se animó a publicar su primera novela, Historias de la mano izquierda (1971), donde se adentraba ya en el que se iría consolidando como su particular universo: el pasado mítico de Mequinenza. Esta milenaria población de la Franja de Aragón, que en los años 70 quedó bajo las aguas de los embalses de Mequinenza y Ribarroja, es también la protagonista de Camino de sirga (1988), Premio Nacional de la Crítica, Premio Ciutat de Barcelona, Premio de la Crítica Serra d’Or y finalista del Nacional de Literatura; y Memoria estremecida (1997), Premio Joan Crexells y Premio de la Crítica Serra d’Or.