Durmió mil años. Soñó guerras, reinas, amores, sudores, inventos, palabras, millones de palabras.
Despertó y no tenía carne. Levantó sus huesos pelados, helados del frío eterno.
Recibió la luz y sintió hambre de pan y de hombre.
Observó el lugar y el horizonte. Sintió el dolor del cambio y lloró lágrimas secas.
Lloró los recuerdos de la vida. Lloró mil años. Lloró el esfuerzo salmónico del viaje a la inversa. Lloró todo y por todos.
Bebió vino. Lloró vino.
Finalmente, en el absurdo, regresó a la muerte.
Como siempre, excelente micro. Esperamos el siguiente, un saludo desde Colombia.
Muchas gracias por tu atenta lectura, Eduardo.