No solo Kundera

El centro de Europa es un territorio con fronteras dibujadas a lápiz, emborronadas por los cambios, manchadas por el sufrimiento de todas las personas que las cruzaron, entre ellas un importante conglomerado de intelectuales que fueron instalándose allá donde fueron recibidos (ciudades destino como París o un Nuevo Mundo que ofrece, sobre todo, libertad).

En esta diáspora de artistas, escritores, pensadores, encontramos un buen número de autores y autoras de los países checos. De hecho, el exilio de escritores es una constante en la historia de este territorio formado por las regiones de Bohemia y Moravia.

Y no solo se vivió en los años 70/80 del siglo XX (la última gran salida), cuando escritores como el recientemente fallecido Milan Kundera abandonó su país, sino que se repite cada cierto tiempo en diversas situaciones históricas de esta nación. Es así hasta el punto de que la historia de la literatura de esta zona se suele dividir en literatura legal u oficial; literatura disidente y literatura del exilio. Y esto en bastantes etapas históricas.

Durante el siglo XX hay varias circunstancias que provocaron la salida de intelectuales de estos territorios centroeuropeos. Hermida de Blas (2011) analiza este proceso y menciona como un punto de inflexión el acuerdo de Múnich de 1938, que entregó el futuro de Checoslovaquia al Tercer Reich y generó la huida de los intelectuales judíos, así como algunos de izquierda o liberales. Checoslovaquia se partió en dos (el Protectorado de Bohemia y Moravia, bajo administración alemana, y un Estado Eslovaco formalmente independiente), y los intelectuales checos y eslovacos que no habían huido fueron forzados a repatriarse a sus respectivas tierras natales, en una especie de exilio invertido.

El triunfo del comunismo en 1948, trajo consigo dos nuevas oleadas de escritores exiliados: primero aquellos que habían colaborado con la administración prohitleriana, y después la de aquellos que rechazaban el sistema comunista o que eran rechazados por este. Para el régimen, el exilio de un escritor (interior o exterior) implicaba la prohibición de publicar o distribuir en Checoslovaquia pero también la exclusión de las historias, manuales y diccionarios de literatura.

En esta ocasión, los países de destinos fueron más diversos que en exilios pasados: Austria, Alemania, Suiza, Francia, Italia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá alojaron a los que huían. En general fueron bien recibidos y no tardaron en organizarse para continuar con su actividad literaria. Enseguida surgieron editoriales y publicaciones periódicas que recogían y distribuían sus escritos.

Quizá el caso más emblemático sea el de la editorial nacida en Toronto Sixty-Eight Publishers, fundada por Zdena y Josef Škvorecký. En total, Sixty-Eight Publishers publicó 224 títulos, con una tirada media de 1.500 a 2.000 ejemplares de los libros de prosa y entre 500 y 1.000 ejemplares de las obras de poesía.

Además de los propios libros de los editores, Sixty-Eight Publishers editó las obras de otros escritores checos exiliados: Egon Hostovský, Jiří Gruša, Milan Kundera, Arnošt Lustig, Ferdinand Peroutka e incluso Viktor Fischl.

Milan Kundera escribió lo siguiente sobre Sixty-Eight Publishers: “En su minúscula casa editorial de dos o tres habitaciones, encontró refugio prácticamente toda la literatura checa contemporánea, escrita tanto en el país como en el exilio”.

Exilio lingüístico

Otro proceso muy común entre los exiliados checoslovacos fue el abandono de la lengua materna. Muy pronto, comenzaron a escribir en la lengua del país de acogida. Según explica Hermida de Blas, en unos casos este tránsito se debió al deseo de integración; en otros, el de llegar a un público más amplio; pero también hubo quien sintió el cambio de país y de lengua no como un castigo, sino como un ensanchamiento de su horizonte. Milan Kundera publicó en francés; Monika Zgustova, quien llegó a Barcelona en 1980, pronto comenzó a escribir en catalán y en castellano.

Kundera interpreta esta migración lingüística como un acto de libertad que eleva al artista a una dimensión nueva, superior por lo que tiene de inclasificable. Y Linhartová explica que sus simpatías “están con los nómadas, siento que no tengo alma de sedentaria. De modo que tengo pleno derecho a decir que mi propio exilio vino a colmar lo que, desde siempre, había sido mi deseo más ansiado: vivir en otra parte”. Kundera señala que cuando escribe en francés, “está en otra parte” como, cada uno a su manera, Nabókov, Beckett, Stravinsky o Gombrowicz.

Esta concepción coincide con la definición que hace George Steiner del escritor extraterritorial: “la idea de un escritor lingüísticamente ‘sin casa’.

En España, Monika Zgustova

En esta dispersión de escritores salidos de los territorios checos, hubo quien también recayó en España. Monika Zgustova llegó a Barcelona en los años 80, y se convirtió en una de las figuras clave de la introducción de la literatura checa en nuestro país, realizando al menos 80 traducciones (del ruso y del checo), de autores como Bohumil Hrabal, Milan Kundera, Vaclav Havel, Jaroslav Hasek, Anna Ajmátova, MarinaTsvetaieva  y Jaroslav Seifert. Coautora, también, de un diccionario ruso-catalán, Zgustova ha escrito varias novelas como La bella extranjera. Praga y el desarraigo (Baltica Editorial); La mujer silenciosa (Acantilado); o las editadas con Galaxia Gutenberg Las rosas de Stalin, La intrusa, Un revólver para salir de noche y la más reciente Nos veíamos mejor en la oscuridad.

Zgustova abandonó su país, junto a sus padres y hermano, cuando tenía 16 años, a principios de la década de los setenta y vivió con su familia en  Estados Unidos, durante unos cuatro años. En Nos veíamos mejor en la oscuridad emerge la narración de este viaje y también el destino final, Barcelona, donde la autora nacida en Praga se instaló después de una vida nómada que atravesó lugares como Argentina o París.

El exilio, el desarraigo, la búsqueda de lo que fue, de lo que es se cuenta en esta obra a través de la relación entre una madre y una hija, marcada por todo aquello que el exilio rompió para siempre. Con el paso de los años, ambas han rehecho su vida aunque en continentes distintos, siempre prisioneras de no ser de ningún lugar. La distancia, el escaso tiempo compartido y las distintas realidades en que viven han ido debilitando los vínculos entre ellas. Mientras la hija vuela por encima del océano para ver quizás por última vez a la madre, revisa la existencia de una y otra buscando la comprensión. Y al llegar, le esperan todavía muchas sorpresas que demostrarán que el final de la vida puede ser el momento más intenso, profundo y bello que se puede vivir con una madre.

Las obras literarias checas y eslovacas referidas al exilio en esta época son numerosas. Entre las novelas más conocidas, podemos mencionar: Historia de un ingeniero de almas humanas (Pøíbìh inženýra lidských duší) (Toronto, 1977; Praga, 1992), de Josef Škvorecký; La insoportable levedad del ser (Nesnesitelná lehkost bytí) (París, 1984; Toronto, 1985; Praga, 2006), de Milan Kundera; y El fin de unas largas vacaciones (Konec velkých prázdnin) (Múnich, 1990; Praga, 1996), de Pavel Kohout. En poesía, son destacables las obras de Ivan Diviš y Antonín Brousek. En ensayo, La séptima noche, experiencias y denuncia de un comunista (Die siebente Nacht, Erkenntnis und Anklage eines Kommunisten) (Viena, 1968) de Ladislav Mòaèko.

Fuentes:

  • Alejandro Hermida de Blas (2011). La diáspora intelectual checa y eslovaca en los años 70 y 80 del siglo XX y su reflejo en la literatura: el caso de Libuše Moníková.
  • Luis Peregenute (2019). La narrativa checa en España desde 1975: presencias y ausencias.
  • Elena Soler (2017). La construcción de la nación a partir del imaginario del exiliado checo no retornado. El caso de Milan Kundera.

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