Irse al pueblo en España, es, para muchas personas que viven en la ciudad, un anhelo que se alcanza al final de la semana laboral. El pueblo es la desconexión, el refugio al que volver, el abrazo que nos cobija y nos resguarda de la rutina, de la carga profesional, de las corridas familiares. Es aquel lugar al que se va de vacaciones, para las fiestas, para estar más fresco, para caminar, para pensar. Tener pueblo salva. Tener pueblo nos devuelve a la esencia de lo que fuimos.
Pero tener pueblo también nos recuerda que, en realidad, ya no lo tenemos, porque en algún momento nos fuimos o se fueron nuestros padres o lo hicieron nuestros abuelos. En dos, tres generaciones, se consolidó ese fenómeno llamado éxodo rural, un abandono masivo de nuestros pueblos que llenó las ciudades de seres nostálgicos anhelantes de la tierra perdida. Buena parte de la literatura creada en España llora esos campos, esas montañas, esos valles, esas piedras gastadas. Son historias que narran la ruralidad, que fabrican estereotipos, que pintan paisajes con pinceles de morriña.
Es lo que da la memoria, es lo que inventa la memoria. Es lo que quiere la memoria: volver a la escena guardada en la memoria.
Pero el pueblo está vivo, avanza y progresa o retrocede, muere. No es un lugar inmutable. Muchos de esos pueblos vaciados reciben nuevas caras y transforman el paisaje, las relaciones, la vida.
Sobre estas mutaciones, sobre esos procesos de emigración y de inmigración, sobre las personas que viven estas trayectorias vitales, trata La tierra giró para acercarnos, que además de ser el título de un poema de Eugenio Montejo, es el título de un proyecto editorial nacido en colaboración con la editorial Graviola, que reflexiona sobre los procesos migratorios y su impacto en el medio rural.
La publicación, que es uno de los productos surgidos al calor de la VIII edición del Foro Cultura y Ruralidades, del Ministerio de Cultura, reúne a autoras y autores con vínculos con el rural, abordando la complejidad y movilidad de las identidades rurales contemporáneas.
Editado por Daniel Franco Sánchez y Naia Carlos Mendióroz, esta antología cuenta con la participación de Paula Melchor, Álvaro González, Sara Guerrero, Youssef Taki, Yan Huang, Iosune de Goñi, Mujeres Africanas de Paterna, Andrea Fernández Plata y Noelia Cortés. A estos textos se suman voces recogidas en talleres comunitarios en Nájera, Roncal y Ribaforada, donde jóvenes, mayores y habitantes de pueblos pequeños compartieron, desde su experiencia, lo que significa habitar, recordar y soñar en estos territorios.
“Como la vida, el amor o la muerte, migrar es parte esencial de estar en el mundo. Pero en el entorno rural, donde la permanencia parece la norma, hablar de migración sigue siendo incómodo, casi tabú. Este libro propone un giro: observar el campo no solo como espacio de partida, sino también como lugar de llegada, tránsito y transformación”, explican desde la editorial.
En las páginas de esta obra se entrecruzan experiencias del racismo estructural, la pérdida de referentes culturales, la dificultad para reconocerse en el lugar que se habita, la posibilidad de imaginar nuevos modos de arraigo.
«La tierra giró para acercarnos no es un libro de definiciones, ni de diagnósticos, ni de conclusiones. Es una constelación de miradas, un conjunto coral de ensayos escritos por personas que han vivido la migración desde lugares diversos: quienes llegaron, quienes se fueron, quienes nacieron en un sitio que ya no se parece al que recuerdan».
El libro está disponible para su lectura online en este enlace.
 
					