La guerra civil y el exilio dejaron una huella permanente en Elena Fortún y en su personaje Celia, la gran amiga de los niños españoles durante varias generaciones. Es casi una obviedad decirlo. ¿A quién no marcaría soportar los horrores de una guerra, el pánico de una huida, el desarraigo, la pérdida, la despedida indeterminada? Elena Fortún (Encarnación Aragoneses) sufrió como cualquiera y esto quedó reflejado en las aventuras de su personaje.
Hay dos Celias: la primera, alegre, rebelde, niña; la segunda, adulta a la fuerza, atravesada por un obligado crecimiento, por la aceptación de una vida que “es así porque sí”. En Elena y sus amigos (antología de escritos sobre Elena Fortún, coordinada por Purificación Mascarell y publicada por Renacimiento) podemos ver esta transformación de Elena, que llevará a la inevitable transformación de Celia.
Siendo un personaje que cargaba tanta realidad (había quien, incluso, creía a ciegas en su existencia), cómo no iba a soportar la guerra, el exilio, la separación, el horror.
La obra de Mascarell recoge las impresiones de amigos y conocidos en España y en el exilio bonaerense, construyendo, a partir de estos fragmentos, la vida de Encarnación Aragoneses.
Celia en la revolución
El exilio será determinante para la escritora madrileña. Lo narrará en dos obras. Primero, en Celia en la Revolución, novela escrita en la primera mitad de la década de los 40, pero que no se recuperaría hasta los 80, gracias a la investigadora Marisol Dorao, quien descubrió el manuscrito.
En sus páginas, desde la perspectiva de una adolescente, Celia relata su experiencia durante la Guerra Civil. Ambientada en su mayor parte en Madrid, la joven vive a pie de calle los sucesos que se vivieron en Madrid: la primera ola revolucionaria, la violencia represiva, la batalla de Madrid, el desabastecimiento, el hambre, la confusión.
Celia institutriz
Por otra parte, esta dura etapa en la vida de la escritora queda también impresa en Celia, institutriz en América, obra escrita durante su exilio. Se enfrentó a varias dificultades durante su escritura: el dislocamiento de la adaptación, el sucesivo cambio de empleos y, quizá, lo más determinante, la decisión sobre la lengua. Empieza a verse influida por el porteño, muy alejado del castellano utilizado en sus obras, y no encuentra esa voz que la caracterizaba.
Según cuenta la biógrafa de Fortún, Marisol Dorao, en Los mil sueños de Elena Fortún, «intentó trasladar a Buenos Aires a su Celia de Madrid, para lo que trató de “argentinizar” el lenguaje. Uno de los libros se publicó en Buenos Aires, con dibujos de Andrés Damesón, español exiliado también, que trataba de imitar a los de Molina Gallent de la edición española, pero no tuvo éxito. Quizás fuera eso lo que la hizo olvidarse de su Celia madrileña para ponerse a escribir las andanzas de Celia en la Argentina. En Celia institutriz, que empieza presentando la llegada de toda (o casi toda) la familia a Buenos Aires, Elena Fortún se basó, en gran parte, en sus vivencias cerca de Natalio Botana”.
Fue Botana, empresario uruguayo, director de Crítica, quien ayudó a Encarnación y a su marido Eusebio Gorbea (y a otros muchos exiliados españoles) durante su estancia en Buenos Aires.
Está también presente en la obra su gran amiga argentina Inés Field. De hecho, tal y como se cuenta en la antología de Mascarell, la propia historia de migración protagonizada por Field está incluida en el libro, algo que en su momento no causó buena impresión en la argentina de origen británico.
Inés Field fue un gran apoyo para la escritora madrileña. Field, maestra de gran religiosidad, despierta en Encarnación un renacimiento espiritual, que la llevará a escribir Cuaderno de Celia (Primera Comunión), escrito en 1947 durante una estancia en los Estados Unidos de visita a su hijo Luis, pero publicado en Madrid.
Regreso del exilio
En 1948, Elena Fortún decide regresar a España e instalarse en Madrid. Mientras estaba gestionando el regreso del matrimonio y regularizando la situación de Gorbea, este se suicidó en Buenos Aires, el 16 de diciembre de 1948.
Elena volvió a Argentina para solucionar la testamentaría y, después de vivir en Nueva York un tiempo (allí residía su hijo), decidió instalarse Barcelona porque Madrid le traía demasiados recuerdos. Allí murió después de un largo proceso de enfermedad, en 1952.
Su literatura no fue reconocida en su momento de manera suficiente porque nunca se ha reconocido en este territorio lo escrito para niños. Influyó, sin embargo, en la producida por escritores posteriores como Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite. Quizá sin el universo creado por Elena Fortún, no hubieran existido los escritos de ellos.
La Editorial Renacimiento ha recopilado la obra de Elena Fortún y algunos de los escritos que hablan sobre la escritora en la Biblioteca Elena Fortún.