Clase de orientación

El problema es la desorientación que me ronda desde chica. También un poco que olvidé llevar la brújula. El mapa mucho no ayuda aquí, entre los árboles, salvo quizá como cobija para el frío. Las señales del camino tampoco sirven, no a mí. La visión nocturna está por inventarse o quizá en unos días aflore de mi ser por pura desesperación.

Mientras espero el milagro, opto por quedarme bien quieta en este mismo punto del planeta. Me hago chiquita y redonda junto a una piedra. Quién sabe si también ella quedó perdida un día.