Errar para encontrar

Sentir, como mandato, el distanciamiento de lo impuesto como propio; elegir el alejamiento, el desarraigo; optar por enfrentar la mayoría; salirse del camino: esto es la errancia para Akira Mizubayashi, escritor japonés, quien decidió refugiarse en la lengua francesa como el clavo ardiendo hacia una desviación que no se le permitía en la tierra donde nació. En Breve elogio de la errancia (Gallo Nero), Mizubayashi alaba un estilo de vida que rompe con las normas políticas, culturales, históricas que han marcado el ser de los japoneses, sumisos a un estado divinizado, en el cual no cabe ni un atisbo de disidencia.

El libro, estructurado como una serie de ensayos breves, aborda distintos aspectos de la errancia, desde sus implicaciones filosóficas hasta sus manifestaciones prácticas en la vida cotidiana del autor.

El escritor nipón revisa la historia de su país, herida por las catástrofes nucleares y las decisiones políticas que se tomaron con posterioridad. Relata cómo un pueblo entero optó por seguir la norma común, a la vez que los pocos desviados sufrían duramente las consecuencias. Para Mizubayashi, la errancia se define a través de esa separación voluntaria:

“Es este esfuerzo de ausencia voluntaria, de desarraigo querido, de distanciamiento activo con respecto a su medio que parece siempre natural, es pues, esta manera de alejarse de sí mismo, aunque solo fuera momentáneamente y provisionalmente, de separarse de lo natal, lo nacional, y de lo que, más en general, le ancla a una estrechez identitaria, es eso sobre todo lo que yo llamaría errancia”.

Mizubayashi reniega, por lo tanto, de un país del que es difícil escaparse, porque viene impuesto (“no se eligen los orígenes étnicos ni raciales”). Sin embargo, encuentra una salida en la lengua. La materna nos viene dada, pero hay un hueco: “la lengua no es una propiedad privada. Es una tierra generosa sin propietario donde se celebra una fiesta permanente con entrada gratuita”. La lengua, para Mizubayashi, tiene el poder de trascender fronteras físicas y emocionales, permite crear un espacio propio.

Una forma de vida

El autor sostiene que la errancia, más que ser una forma de desarraigo, es una manera de reinventarse continuamente, de abrirse a nuevas perspectivas y de aceptar la incertidumbre como parte fundamental de la vida. Este enfoque positivo contrasta con la visión tradicional que asocia el desarraigo con la pérdida, mostrando cómo el movimiento constante puede ser una fuente de creatividad y renovación personal.

Para Mizubayashi, errar no es sinónimo de extraviarse, sino de explorar y enriquecerse. El autor, que ha vivido entre Japón y Francia, utiliza su experiencia de vida entre culturas como punto de partida para reflexionar sobre lo que significa pertenecer a dos mundos y a ninguno al mismo tiempo.

Esta condición le permite cuestionar las categorías rígidas de nacionalidad e identidad, celebrando en cambio el valor de ser un «errante», alguien que aprende y se redefine constantemente en el tránsito entre culturas.

En su estilo característico, Mizubayashi mezcla elementos autobiográficos con referencias literarias, filosóficas y culturales. Su amor por la lengua francesa, por ejemplo, se convierte en un vehículo para analizar cómo el aprendizaje de un idioma extranjero puede transformar la manera en que pensamos y sentimos el mundo. A través de su dominio del francés y el japonés, Mizubayashi establece un puente entre Oriente y Occidente, uniendo las sensibilidades de ambas tradiciones culturales.

Breve elogio de la errancia es un libro que combina elegancia literaria con profundidad filosófica. Mizubayashi logra transmitir la riqueza y belleza de una vida habitada en movimiento, abrazando la errancia no como un estado de pérdida, sino como una forma de descubrirse a uno mismo y al mundo.

Es una obra que resonará especialmente con aquellos que han experimentado el desarraigo o que, simplemente, buscan entender mejor la naturaleza del cambio y la transformación personal.

Mizubayashi nos recuerda que en el errar hay una forma de libertad, y que a veces, es precisamente en la incertidumbre donde encontramos nuestra verdadera identidad.

Akira Mizubayashi es un escritor nacido en Japón con estudios superiores de lenguas y civilizaciones extranjeras en la universidad nacional de Tokio (Unalcet), estudios de pedagogía en la Universidad Paul-Valéry de Montpellier estudios de pedagogía y doctor en letras modernas. A partir de 1983 enseña francés en Tokio, primero en la Universidad Meiji, luego en la Unalcet y, a partir de 2006, en la Universidad Sophia. Su obra Une langue venue d’ailleurs fue galardonada con el Prix Littéraire de l’Asie y el Prix du Rayonnement de la Langue et la Littérature Françaises de la Académie Française de 2011. En cuanto a Mélodie: Chronique d’une passion, ha sido distinguida con el Prix Richelieu International-Europe de la Francophonie 2013, el Prix Littéraire 30 Millions d’Amis y el de la Société Centrale Canine 2013. Akira Mizubayashi vive en Tokio y escribe directamente en francés.

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