La casa que Laura Estrada construye en Patios interiores (Graviola) es una casa cuerpo. Es una casa fantasma, una presencia que acompaña, que está viva, que crece, es una materia orgánica que nos atrapa. Y aunque no esté, está, a través de las imágenes reales e imaginarias que creamos a partir de ella. Es una casa con objetos que contienen significados esenciales, con espacios habitados de manera simbólica, es una casa que se levanta a partir de la propia creación literaria.
Abordas la creación literaria en una fusión con otras disciplinas artísticas como los fanzines, los collages. ¿Cómo construyes un proyecto como Patios interiores?
Yo siempre he estado muy cercana a la escritura y a la lectura. Admiraba muchísimo a la gente que podía expresarse escribiendo, de cualquier forma. Estudié Humanidades y mi mente estuvo muy conectada con muchas disciplinas, como la Historia del Arte, la Filosofía, la Literatura y ahí surgió la necesidad de crear. Empecé en el mundo del fanzine. También es una cosa generacional. Nací y estuve en el momento, en el lugar, para poder conectarme con los fanzines y poder sacar de ahí algo significativo. Empecé produciendo mis propias obras, mis propios fanzines.
Los primeros eran de poesía pero también había collage que fusionaba con la poesía, con pequeños fragmentos. Tenía las técnicas de meter muchas palabras en una bolsita y crear un poema espontáneo… Todo eso antes de centrarme ya propiamente en la escritura de un poema, como lo hice con Patios interiores. Ahí ya era un poema que tenía que estar construido para un ojo más refinado que tal vez el del público del fanzine o de mi ojo haciendo los fanzines. Entonces, cuando Daniel Franco, de la editorial Graviola, me propone crear Patios interiores fue para mí el momento perfecto. Ya había explorado el mundo de los fanzines, me había autoeditado, había editado a otra gente en esa esfera un poco menos formal y tenía ganas de embarcarme en algo así.
Mencionas el aspecto generacional y las formas de expresión propias de una generación, con una creación artística conectada de manera importante con el activismo, llegando a hablar incluso de “artivismo”. ¿Crees que el arte necesariamente debe tener esa finalidad?
Antes sí lo creía, pero eso ha ido cambiando con el tiempo. Ahora mismo pienso que cada quien tiene que tener la libertad de poder expresarse y no siempre eso tiene que presentar un mensaje político o politizado o no siempre tiene que denunciar algo. Las emociones también son un medio perfecto para poder crear algo. Creo que el simple hecho de poder crear algo que viene desde dentro de ti, que haya una necesidad de expresarse, es un acto igualmente válido y grandioso como hacer activismo a través del arte. En mi caso, he creado desde el activismo pero también desde las emociones. Para mí, Patios interiores significó eso, poder crear algo que era mío y no la necesidad de comunicar algo colectivo. Era puramente arte poética, con un sentido no diría técnico sino puramente poético, estético. Para mí, lo más importante era que fuese un poema bien construido.
En ese proceso de contar algo desde las emociones y desde lo individual surge esa necesidad de narrar la vivencia del proceso migratorio. Reflexionar sobre el origen, ¿es una seña de identidad del migrante?
Cada caso es diferente. El mío es muy particular porque mi proceso migratorio se hizo con mucha ilusión. Mi madre se casó con un sevillano y la migración era algo ilusionante, dejando atrás otras historias de duelo. Fue un momento emocionante para toda la familia. Se vivió así, pero al llegar se convirtió en una realidad totalmente opuesta, todo lo vivido después fue una tragedia. Pero esa es mi historia. Yo he tenido que navegar a través de mi historia, entendiendo sus particularidades. Por eso, cuando se intenta crear arte activista, con la intención de colectivizarlo, me he encontrado con una contradicción porque mi historia no es la de las otras personas que migran.
Mi historia es diferente, mi historia es familiar, mi historia son choques culturales, pero leves en comparación con los de otras personas. Pero claro, eso siempre está ahí. Es diferente cuándo migras, si eres muy pequeña, como es mi caso, y si lo haces en un momento determinado, porque no es lo mismo migrar ahora que cuando yo migré. Ahora hay todo un mundo interconectado, internet, hay herramientas, hay referentes, ya no es correcto lo que era correcto antes, la televisión ya no habla de lo que hablaba antes, es totalmente diferente. El origen sigue siendo un punto de referencia en mi caso y en el caso de Patios interiores más identificable con otras personas que el mío propio.
En este proceso, bien sea individual o colectivo, ¿qué lugar ocupa la casa?
La casa es un punto superinteresante y es lo que reflexiono en Patios interiores. La casa no es la casa, es un espacio infinito que se encuentra en todos lados. El sentido de esto es que cuando no hay una casa la creamos en todos lados y yo la creo en cada poema, en cada página de Patios interiores y lo que queda fuera es una casa que yo estoy creando por la falta de una.
No es solo el espacio de la casa. En Patios interiores aparece de manera importante lo doméstico, los detalles que guarda la casa.
Encuentro un gran sentido poético, artístico, estético a los objetos de la casa. Está la casa como imagen, pero lo que compone la casa es todo lo que está dentro. Para mí, guarda grandes metáforas. Admiro mucho cómo Marosa di Giorgio utiliza la casa para crear narrativa, la forma en que utiliza los objetos para conectarlos con las emociones. Yo, personalmente, me encuentro muy ligada a esos recuerdos de objetos concretos. E interconecta mucho con mi sentido artístico-plástico de crear collages o dibujos. Hay ahí una necesidad de recuperar los objetos y de alguna forma llevarlos a otro plano, al de poder leerlos o verlos de otra manera.
¿Crees que percibimos las casas y su significado de diferente manera dependiendo del lugar en el que estemos?
Sí, y además creo que todos esos significantes varían mucho dependiendo de dónde venimos pero también de cómo la vivimos. Si una persona tiene una vida sin grandes alteraciones o sin grandes tragedias familiares, la casa es un lugar de tranquilidad, es un lugar en el que reparas menos en los detalles. Pero quizá cuando experimentamos situaciones dramáticas, nuestra interconexión con el entorno cambia. En mi caso, la interconexión con el entorno se convirtió en una necesidad de entenderlo, de ver más allá de lo que estaba ahí. Sí, cambia completamente.
Nombrabas anteriormente a Marosa di Giorgio como un referente y a lo largo de Patios interiores encontramos abundantes referencias a otras escritoras, poetas, que han abordado el tema de la casa y que contribuyen a construir el relato de Patios interiores.
En Patios interiores hago referencia a esas lecturas que han marcado mi sentido estético por querer expresar el espacio como ellas. Creo que las mujeres tenemos una conexión muy especial con los lugares que habitamos, los lugares que ocupamos dentro de la casa, ya sea como mueres adultas independientes, ya sea como niñas con una familia o adolescentes o en pareja. Creo que ocupamos un lugar simbólico dentro de las casas. Y esto es algo que también está proyectado en Patios interiores. Como yo viví, mi relación con los espacios y con las casas no fue igual que lo que vivió mi hermano, por ejemplo. Mi hermano creo que nunca pueda llegar a entender lo que yo quiero contar de nuestra vida en común.
¿Hay una diferencia de género en la percepción de la casa o del espacio doméstico debido a esa historia de las mujeres ligada al hogar?
Es algo que deberíamos ir soltando, pero también algo que nos tendría que empoderar porque está ahí y es nuestra historia y es la historia de todas esas mujeres que vinieron detrás y yo no quiero olvidarla. Por mucho tiempo, yo personalmente estaba muy enfadada con lo que me había tocado ser o con lo que me había tocado vivir en términos generacionales y de género en el mundo de hoy. Ahora, me he reconciliado con eso y quiero que esté ahí, quiero saber de dónde venimos.
Incluso, todo el reparto del hogar en la Grecia clásica, había toda esta división de espacios y eso me parece fascinante. Hay hasta como una cierta discriminación positiva, un arma de doble filo. Te damos este espacio porque eres diferente pero, a la vez, qué maravilloso poder tener un espacio propio donde escribir. Y ahí está la mítica Virginia Woolf con esa cosa que siempre está ahí y que, a pesar de la necesidad de tener que desprendernos de ciertas cosas, todavía siguen siendo válidas. Todavía lucho con ese espacio propio donde poder estar bien.
Parece que nuestra vida se convierte en una búsqueda por un espacio seguro.
Sí, y ahí es donde se colectiviza esta búsqueda porque vivimos tiempos muy complicados para ser jóvenes y el sentido de la vivienda está ahí. Por mucho que cada quien vive una vida única, el sentido de la vivienda y de las mujeres está ahí y está más vivo que nunca.
¿Crees que la poesía, la literatura, el arte, pueden llega a transformar el mundo o al menos ciertas situaciones? ¿Qué podemos hacer?
Podemos empezar a salvarnos a nosotras mismas. La persona que crea se salva a sí misma y este es el primer paso para transformar la realidad de una forma más universal. He visto cómo las personas se calman y cómo las personas se vuelven a sí mismas cuando crean, cuando se sienten capaces de crear. No es solo crear, sino sentir que tienes las capacidades para levantarte por la mañana y pensar voy a hacer un poema, un collage, un fanzine o cualquier forma de expresión que tengas.
Creo que el error está en pensar que va a haber una solución para todos y para todas y que un día va a haber un boom creativo y que todo el mundo se va a dar cuenta de que tiene un artista dentro de sí y esto cambiará el mundo. No, en realidad, creo que podemos transformar los entornos, educando a personas más amables consigo mismas y con el exterior y esto empieza desde uno mismo.
Laura Estrada nació en Barranquilla, Colombia, en 1992. Hace collage y poesía y edita y publica fanzines desde su plataforma editorial autogestionada ‘Se acabó mi yuca’. Entre ellos destacan algunos como Don’t eat my flowers (2018), Ciudad Fragmento (2019), Nostalgia-relatos poéticos migrantes (2019) y DISORDER (2019).