Lo abandonaron

En el tránsito, abandonaron el telescopio del tío Arturo.

Lo llevaron como guía en la noche. Lo llevaron porque era un lujo intercambiable. Lo llevaron porque lo dijo el tío.

Durante los primeros días, toda vez que miraban por el agujerito, veían un punto negro, lejano.  El camino crecía y ellos caminaban. Por la noche descansaban y observaban.

Con el  tiempo, comenzaron a ver una aureola de color adornando el punto.

Pasaron más días. La tarea de arrastrar el instrumento mudó de la necesidad al enojo. No veían estrellas. Solo aquel punto y su aureola, y, un día, una sombra blanca.

Estaban en tránsito. Estaban cansados. Arrastraban el telescopio del tío Arturo.

Por la noche miraban. El punto, la aureola, la sombra. Y aquello también miraba. Observaba desde dentro.  Un ojo frente a otro ojo. Un ojo que preguntaba, que también estaba perdido. En el tránsito.

Por fin, decidieron la inutilidad del telescopio del tío Arturo.

Y lo abandonaron.

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