Magela Baudoin plantea en El sonido de la H una novela de iniciación femenina, que observa la violencia del tránsito por la vida de dos mujeres que se mueven en espacios físicos y emocionales que van a terminar marcando sus propias identidades.
¿Podríamos decir que El sonido de la H es una historia de tránsito en el sentido de itinerancia a la edad adulta; de búsqueda de identidad sexual; de identidad personal; itinerancia física?
En efecto, lees muy bien, se trata de una novela de iniciación o de formación, que es todo un género en la literatura: el bildungsroman. Un género históricamente masculino, por lo demás, que se juega en la respuesta a qué significa ser un hombre, obviamente dentro del sistema patriarcal. Ahí están libros paradigmáticos como el Retrato del artista adolescente, Las tribulaciones del estudiante Törless, La ciudad y los perros, El guardián entre el centeno, en muchos otros. El sonido de la H es una novela de iniciación femenina, en la que dos cuerpos subalternos, dos chicas, más que buscar respuestas, tienen preguntas; y conforme se preguntan quiénes son en el mundo —igual que Alicia—, se estrellan contra el sistema.
¿Es Magela una escritora en un desplazamiento constante?
La escritura es un desplazamiento. Si una historia no se trasforma, si no hay un movimiento existencial, dramático, físico, pues sencillamente no hay historia. Un personaje no terminan nunca en el mismo lugar donde comenzó. Toda escritura implica una transformación de los personajes y de quien escribe. En ese sentido, absolutamente, sí lo soy. Esto independientemente del lugar geográfico en el que me encuentre, que soy bastante nómada, hay que reconocerlo también.
La migración también es un tema que aparece de manera explícita y no solo simbólica. Hablas de los tres “dolores de patria”: desamparo, desconfianza, normalidad, el peor de todos porque al final es el que te convierte definitivamente y para siempre, en extranjero. La de extranjero, ¿es la condición final de todo aquel que abandona su patria?
No creo que sea una fórmula aplicable a todos los casos. Hay gente que es más camaleónica, más permeable, como los niños, y sabe adaptarse mejor. En todo caso, lo que sí es cierto, me parece, es que alguien que se desplaza, como dice Edwar Said, tiene una “conciencia de dimensiones simultáneas”. Y el ruido de esa conciencia es lo que hace doloroso ese tránsito y, muchas veces, lo vuelve un duelo. Ser extranjero es eso, estar escindido entre esas dos conciencias.
Los espacios son importantes en la historia, la familia instalada en cada espacio y la melancolía del migrante. Has hablado en alguna ocasión del “espacio mínimo” como algo importante para el desarrollo de una historia.
No se viaja impunemente, cualquiera que ha dejado su pueblo lo sabe. Tampoco se permanece en un lugar sin costo alguno. Por eso, el espacio es una fuente fundamental de tensión y de conflicto en la literatura. No importan cuán grande o pequeño sea este, el roce con el espacio determina a los personajes y los define bastante. Pensemos en esos espacios que implican lo incierto, la amenaza brutal de la naturaleza, como los de El corazón de las tinieblas o Meridiano de sangre; en espacios que son sinónimo de asfixia social y religiosa, como los de La letra escarlata o los cuentos del sur estadounidense (Faulkner, McCullers, O’Connor); o aquellos en los que el espacio puede ser la encarnación de la violencia como en Mariana Enriquez, Maximiliano Barrientos, Fernando Vallejo o Castellanos Moya; incluso cuando hablamos de cuatro paredes, como en La azotea de Fernanda Trías, el espacio es el personaje. En este sentido, por supuesto que me interesa el espacio y la fricción vital de los personajes con él; cómo se siente el espacio en el cuerpo, por ejemplo, en el cuerpo de una elefanta torturada y encerrada en un lugar muy, muy pequeño.
Hablemos de las voces. Solo hay una, pero en realidad hay muchas, que además, no son estáticas.
La voz es la piel de los personajes, con todas sus cicatrices y heridas. Es una enunciación social, cultural y afectiva que dice tantas cosas, sin decirlas: clase, edad, sexo, raza, en fin. Por otra parte, también es música. Es importante el trabajo con la voz, de los personajes, pero también del narrador porque es finalmente la música de un libro.
¿Prefieres hablar de personajes que están un poco descolocados en la vida?
Totalmente. La dislocación y la vulnerabilidad. Qué y quiénes son los que se decaen primero en la vida, qué hace que unos seres sean más penetrables que otros, por qué son siempre los mismos los que se deterioran primero. Y qué hay en ellos que los hace resistir.
Hay también un tema que es como un eje transversal en la historia, que es la violencia contra la mujer y contra quien quiere ser mujer. ¿Es para ti importante denunciar estas situaciones?
Voy a responder en dos pasos: Uno, la denuncia está para mí en el terreno del periodismo. No cuento para denunciar. Cuento para contar y que sea el lector el que coseche. Y dos, por supuesto que me interesan las mujeres, muchísimo. Es imposible vivir este tiempo y no hablar de las mujeres.
El sonido de la H se publicó en Bolivia hace casi 10 años y ahora se publica en España. ¿Ha cambiado el contexto sociopolítico durante este tiempo?
Sin duda. De hecho, cuando se publicó, se la leía desde una crítica a la izquierda y a la paternidad. Hoy se la lee desde su costado queer y feminista. Me alegra que tenga diferentes entradas.
Escritora y periodista boliviana, Magela Baudoin es autora del libro de entrevistas “Mujeres de Costado” (Plural, 2010); de la novela “El sonido de la H” (Santillana, Bolivia, 2014) y del libro de cuentos «La composición de la sal» (Plural, 2014), que ganó el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez (2015) y ha sido editado en Colombia, Bolivia, Argentina, Perú, Chile, Ecuador, España y Estados Unidos. Sus cuentos y reseñas han sido recopilados en antologías y en revistas impresas y digitales como El malpensante (Colombia), Escritores del mundo (Argentina) y Círculo de Poesía (México). El sonido de la H, galardonado con el Premio Nacional de Novela de Boliva el año 2014, ha sido publicado en España por la editorial MilMadres.