Traducir o la migración de las lenguas

Siempre he envidiado a las personas que vinieron al mundo entre varias lenguas, que crecieron asumiendo en su ser palabras, expresiones, gestos de distintos idiomas. Son personas capaces de adivinar matices, de soñar en una torre de Babel sin que se les mueva un pelo, de salvar las distancias culturales, ay esas distancias, que nos marcan las lenguas. Es asombroso, para mí lo es, escuchar a una persona cambiar de un idioma a otro, viajar, errar entre palabras, por qué no, migrar de una lengua a otra.

Quizá para estos seres nacidos con esa suerte materna no resulte un viaje, sino un paseo. Para los demás, sí, es toda una Odisea y más para quienes abordan la traducción literaria, donde ya no solo trasladas palabras, sino estilos, construcciones, estructuras, la pura esencia, el alma de otro autor. ¿Necesita vestirse con la misma piel?

En La impostora (Páginas de Espuma), Nuria Barrios describe de manera magistral este camino de la traducción, lo que implica para quien lo ejecuta, pero también lo que ha provocado a lo largo de la historia. Recogemos aquí las reflexiones más cercanas a Itinerancias, que hay muchas, ya desde la propia etimología de la palabra. Traducir viene del latín traducere. Trans significa “de un lado a otro” y ducere “guiar, dirigir”.

Barrios explica ese sentido de metamorfosis y transformación. Recuerda las palabras de Walter Benjamin, quien dijo que “la traducción entraña una continuidad transformativa y no la comparación de igualdades abstractas o ámbitos de semejanza”. La traducción es, entonces, un tránsito, una mudanza: los muebles de una casa parecen diferentes en otra, pero en esa mudanza hay también un sentido de renovación: “una historia traducida renace en el seno de una nueva expresividad y, al hacerlo, se convierte en otra”.

La impostora abre también la puerta a la traducción como migración: “un relato, que es una lengua, transmigra a la cultura diferente, que es siempre otra lengua. En esta migración se produce una transformación”. Traducir es un viaje de ida y vuelta continuo, una cinta de moebius del lenguaje. En la traducción se padece la incertidumbre que genera el traslado: “quienes traducimos formamos parte de la estirpe de Babel, junto a los exiliados, los desterrados, los refugiados. Estamos entreverados con todos aquellos que viajan a un país cuyo idioma desconocen y han de renunciar a su propia lengua”.

Sin embargo, gracias a este proceso podemos leer a autores, autoras, aunque con otras voces, convertidos en ese momento en nuestras guías de viaje, en nuestras flechas amarillas. Antes que impostoras, son compañeras de trayecto.

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