Andan cerrando las puertas a quien estiman necesario dejar afuera de la ciudad. Pum. Traerán la desgracia, dicen, y pum.
En el interior las voces se dividen. Algunos se asoman, observan intrigados por la mirilla. Elaboran teorías sobre la dignidad de los de afuera. Otros, han empezado a construir arietes, a cavar túneles. Mientras, las puertas suman candados. Paf.
La ciudad se remueve, llega la revolución.
Del otro lado, esperan. Aprendieron paciencia, aprendieron respetar la carga. Uf.
Durante un tiempo, eterno, la vida sigue de un lado y otro de las puertas.
Son dos ciudades: una, libre; la otra, condenada.