Hiedra

Quedó enredado en la hiedra que amortajaba el muro de la casa Frida. Ahí, atrapado entre las hojas, temía pajaritos lindos cagándole la cara; sufría el frío, la lluvia, las risas. Aun así, no intentaba la huida. Persistía, embrollado como estaba en esa maraña verde. A veces, pensaba en el sol; a veces, añoraba el mar. Pero continuó allá muchos años, cinco o mil. No recordaba ya ni el olor de la sopa ni el tacto de las margaritas. Echó raíces. Procreó tallos, hojas, acogió hormigas en el ombligo. Y sin más, un día, supo que era hiedra y era casa y era Frida.

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