Sé que en algún tiempo compartimos una casa ruinosa, de esas que tienen muchas posibilidades, en un barrio viejo y triste, de una ciudad cualquiera.
Allí comenzó el nido: entre las pelusas, el hielo, sus fotos.
Y después, ya todo corrió. Pero en algún tiempo. Baldosas rotas.
Acogimos la migración con entusiasmo.
Y después
creamos
una nueva
cultura.
La nuestra.