Adiós al tren

Persigue el tren, corre y no lo alcanza: cómo iba a hacerlo. Aún así, corre a su lado, agita un brazo y con él, su mano. Se detiene y grita el espanto de la despedida. Suelta los días pasados, los del encuentro, los de la risa, los del amor. Y grita de nuevo, aúlla como un lobo perdido aúlla a la luna, aúlla a los que se van y se aúlla a sí mismo, que se queda. Aquí, en el andén de la estación de la ciudad del país destruido por el odio, la guerra. La miseria.

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