Luciérnaga: la mirada luminosa de la infancia

El intento de narrar la memoria de una familia cuyas generaciones han soportado guerras, abusos, desastres, puede caer en la tentación de tender a la épica, a la novela histórica que cuenta un país a través de estas personas; puede exacerbar el dolor, exagerar los detalles para llevar al extremo las emociones; puede sangrar las palabras arrasando el papel y acelerando las lágrimas. O puede recurrir al momento único, al recuerdo infantil, a la creación de una cadena de luces que atraviesa el túnel que nos lleva al pasado, que conversa con el pasado, para explicar el presente.

En Luciérnaga (Lumen), Natalia Litvinova explora el dolor, la memoria y el pasado, pero también busca sanar y encontrar belleza en los momentos oscuros y fragmentados de la vida. Litvinova, quien nació en la zona bielorrusa afectada por el desastre de Chernóbil y migró con su familia a Argentina, teje (y desteje porque la costura se convierte aquí en escritura) su historia personal y su herencia cultural con un lirismo que invita a la contemplación profunda de los recuerdos y de la identidad.

Utiliza una imagen simple, la luciérnaga. Es símbolo de esperanza, de esa luz mínima pero persistente que ilumina el camino en medio de la oscuridad, una metáfora del alma humana que resiste a través de la memoria y el tiempo. Pero es, al mismo tiempo, lo que ellos eran, personas sobrevivientes al accidente, radiactivos y luminosos.

Un cuento infantil

Con un estilo sencillo, con una cadencia propia del cuento infantil, Litvinova describe escenas cotidianas, fragmentos de su vida de niña en Bielorrusia y de su llegada a Argentina con diez años; dos partes en su vida con una transición que es una larga conversación entre generaciones. Esa segunda parte del libro, que tiende el puente entre los dos países, queda marcada por la historia de las mujeres de la familia, de lo que soportaron y de lo que huyeron. Narrando a su abuela, a su madre, se narra a sí misma en ese momento, justo en ese momento, en el que tiene que salir de su nieve y su vida para alcanzar, como le dicen nada más llegar al otro lado del mundo, “al Infierno”.

A través de su estilo sencillo pero de gran carga emotiva, la autora indaga en los temas de la identidad y la migración, de cómo el desarraigo y la distancia pueden moldear a una persona. Las raíces culturales y los vínculos familiares que atraviesan el texto, por momentos lírico, permiten vislumbrar el conflicto de estar entre dos mundos y dos lenguas, y cómo eso influye en su concepción de pertenencia.

La obra también toca de manera delicada el tema de las heridas familiares y generacionales. Litvinova se adentra en los dolores heredados, aquellos que vienen de sus padres y abuelos, construyendo una genealogía emocional en la que la autora se reconoce como un eslabón más, buscando comprender y transformar esos legados dolorosos.

De esta manera, Luciérnaga es también una obra sobre la reconciliación, no solo con el pasado y las pérdidas, sino también con quienes vinieron antes. Este viaje de introspección es uno de los elementos que hace que la lectura de Litvinova sea profundamente conmovedora, pues invita a considerar que cada vida es un eco de otras anteriores.

Vemos, sentimos, oímos

Además, el estilo de Litvinova es notablemente sensorial y visual. Los detalles concretos, como el olor, el color y las texturas, están presentes a lo largo de la narración. ¿Acaso no lo están siempre en el repaso de los recuerdos?  En Luciérnaga, la autora utiliza las estaciones, el clima y la naturaleza como vehículos emocionales que no solo acompañan sus sentimientos, sino que los intensifican y los dotan de una dimensión más amplia. Esta capacidad para fusionar lo tangible con lo emocional permite que el lector no solo entienda, sino que experimente el lirismo de Litvinova en un nivel casi físico, como si cada imagen se fijara en la piel.

Luciérnaga es un libro de contrastes, donde la luz y la oscuridad coexisten y se alimentan mutuamente. Litvinova nos ofrece una obra que, aunque se enfoca en el dolor y la nostalgia, también deja espacio para la esperanza y la belleza.

Nos invita a abrazar nuestras propias luciérnagas internas, a reconocer que la vida está llena de pequeñas luces que, aunque a veces parecen insignificantes, son capaces de guiar nuestro camino. Luciérnaga es, en este sentido, un recordatorio de que la literatura tiene el poder de iluminar y sanar, y de que incluso en los momentos más oscuros, podemos encontrar algo que nos lleve hacia adelante.

Natalia Litvinova es poeta y editora. Nació en Bielorrusia en 1986 y desde 1996 vive en Buenos Aires, donde imparte talleres de poesía. Ha publicado varios libros, entre ellos Todo ajeno (2013), Siguiente vitalidad (2016), Cesto de trenzas (2018), La nostalgia es un sello ardiente (2020) y Soñka, manos de oro (2022). Su obra ha sido publicada en Alemania, Francia, España, Argentina, Chile, Brasil, Colombia y Estados Unidos. Luciérnaga, ganadora del Premio Lumen de novela 2024, es su primera novela.

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