Luna enterró la mirada en sus pies, húmedos por el frescor de la madrugada. Todavía cantaban los grillos. Apretó al oso contra el pecho y avanzó un paso, dos. Las maletas estaban en el coche y, dentro, su vida entera. Regresar, decían sus padres, y sonreían y lloraban a la vez. Regresar, la palabra patria de la familia, el destino presente, la excusa y causa, la razón de la existencia. Las maletas, el frío, los grillos. Para Luna, regresar, era el exilio.

Es la triste dualidad, me conmueves como siempre Mariu!
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