Juan Casamayor: “Los catálogos se forman de distintas orillas”

Un catálogo híbrido, con la mirada puesta en muchas orillas, simbólicas y geográficas, que acoge y acompaña a los autores, la nave donde viajan y a donde llegan. Esto es Páginas de Espuma. Hablamos sobre estas errancias con el editor Juan Casamayor.

En el momento en el que decides apostar por la narrativa breve, ya diriges tu mirada obligatoriamente hacia el continente americano. ¿Puede decirse que Páginas de Espuma nace con un espíritu itinerante?

Sí, ahí confluyen varios caminos. Habría que partir de algo que define totalmente la edición, que es la lectura. No puede haber un ejercicio editor sostenible en el tiempo o profundo o diverso, de matices, de orillas, si no pasa por la lectura. Yo, como lector, era muy afín al género del cuento. Al final del siglo XX, que es cuando surge el proyecto de Páginas de Espuma, echaba en falta una editorial especializada en el cuento. La industria editorial le había dado la espalda al género del cuento y a las formas breves, y es verdad que eso apagaba un poco el ambiente bibliográfico del cuento en España por falta de una apuesta y de un trabajo hecho desde la convicción por parte de editores grandes y pequeños. El cuento vivía ese lado oculto, pero, en cambio, esto no pasaba creativamente hablando. En los 90 surgen ciertas voces vinculadas a la narrativa breve que fracturan un poco el discurso habitual de la literatura española, que pasaba entonces por el boom de la novela de los 80. Ahí surgen voces como Eloy Tizón, Carlos Castán, el sevillano Hipólito G. Navarro o Mercedes Abad, que siempre ha sido una escritora muy híbrida. Surgen entonces estas voces, pero no podemos olvidar que la historia de la literatura en España ya tiene una tradición en este género. Antes de la Guerra Civil era un género fructífero. Había publicaciones semanales y mensuales donde se difundía muchísimo. Por otro lado, tenemos una historia de la literatura después de la Guerra Civil opacada por una dictadura fascista y esto traba mucho tipo de creatividades, entre ellas posiblemente la del cuento, aunque hay nombres muy buenos que tienen sus formas breves, desde Carmen Martín Gaite a Carmen Laforet, Ignacio Aldecoa o Medardo Fraile, por citar algunos nombres de esa generación. En este marco, alguien que lee y pretende crear un proyecto editorial en torno al cuento mira a los 19 países de Latinoamérica, son 19 realidades, muy diversas entre sí, social, cultural, políticamente hablando e, incluso, no es tontería, climáticamente hablando y esto genera unas literaturas muy distintas. Esas literaturas llegan a España, con muchos géneros absolutamente atravesados y uno de ellos es el cuento, que es como un género vertebral de las literaturas latinoamericanas a lo largo del siglo XX. Como lector, en el catálogo de Páginas de Espuma entran muy pronto tanto autores españoles como autores latinoamericanos muy diversos, desde Argentina a Panamá, de México a Venezuela, y empieza así a crearse ese puzle de distintas literaturas, distintas voces, que poco a poco se han ido todavía diversificando aún más en un catálogo muy híbrido. Aunque haya un idioma o una geografía de idioma, no tiene nada que ver lo que escriben en la literatura argentina con lo que escriben en la literatura peruana o la literatura mexicana y, al revés, tienen también similitudes. Es como si quisiéramos comparar la literatura escocesa con la griega, y la noruega. Habría similitudes y diferencias. Lo mismo pasa en un continente tan hermoso y tan variado como Latinoamérica.

¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿El cuento entra en España porque hay más interés por autores latinoamericanos o se lee más literatura latinoamericana porque hay mayor interés por la narrativa breve?

Ese podría ser un factor. El cuento español siempre ha mirado a los distintos cuentos latinoamericanos. Es verdad que la literatura española siempre ha dialogado con las literaturas latinoamericanas y esto ha enriquecido el cuento y hay un espejeo. Creo que el crecimiento de lectura en torno al cuento estos últimos años, una década más o menos, tiene más factores. Uno es el boom de los talleres de escritura creativa a todos los niveles, desde el que es en el living del autor pequeñito que tiene diez, doce alumnos a instituciones como la Escuela de Escritores de Madrid con 2.000 alumnos. El cuento es una materia moldeable que se trabaja muy bien. Otro factor muy importante ha sido la evolución de la comunicación virtual. El cuento ha sido una forma literaria de intercambio que han favorecido estas nuevas tecnologías, pero no creo que en tiempos de rapidez y de liquidez comunicativa leamos más formas breves. Eso en el fondo es engañar porque el cuento tiene una exigencia de elipsis, de silencio, de complicidad que exige al lector un mayor esfuerzo. Y luego es verdad que en estos últimos años ha habido una mirada editorial hacia el cuento. Desde finales del siglo XX hasta ahora ha habido un movimiento de editoriales independientes que lo han atendido mejor y además los grandes grupos han tenido muy buenas noticias en torno al cuento, de Lucia Berlin a Alice Munro, por poner dos ejemplos. Entre estos factores, por supuesto el latinoamericano es uno. Y ahora se lee más cuento porque hay unas escritoras latinoamericanas de distintos países, muy diferentes entre sí, que han impulsado la lectura del género del  cuento. Eso es indudable. Es un dato que puedo sacar como editor que se preocupa por los datos y metadatos de venta.   

¿Es Páginas de Espuma el detonador del actual boom de escritoras latinoamericanas? Por cierto, ¿existe ese boom?

Te diría que un boom no hay, porque las escritoras siempre estuvieron escribiendo. Por ejemplo el proyecto Vindictas, que hicimos con la UNAM, ponía en duda que hubiéramos leído el mejor cuento del siglo XX porque de hecho no habíamos leído a escritoras. Algo pasaba. Las escritoras siempre han escrito, entonces no hay un boom. Lo que sí es verdad es que ha habido un lento posicionamiento ideológico, político, social, y cultural en torno a un debate de feminismos que ha hecho que las escritoras estén más visibles, por distintos factores, porque la sociedad está dialogando con esa materia, porque los editores les damos un espacio. La clave es que sí hay un boom, pero no en la escritura. Es en la lectura. En este país, y eso se puede ver en los hábitos de lectura de Páginas de Espuma, quienes leen son las mujeres, pero con una diferencia abismal frente a los hombres, y por primera vez en la historia de la lectura en este país las lectoras han decidido leer lo que les da la gana y han decidido que leen escritoras. Eso sí que es un boom. Las lectoras encuentran sus referentes de emociones, de sensibilidad, de problemáticas, de todo lo que quieras, en unos textos más que en otros, y qué coincidencia que estos textos sean también escritos por mujeres. Es evidente. A mí, particularmente me interesa más  una escritora escribiendo de maternidad desde todos los puntos de vista, desde cuestionar la maternidad a la fobia a la maternidad. Me interesa más que un señor hablando de una guerra. Yo tengo madre, pero no pienso ir a una guerra en mi vida. Entonces, como lector del siglo XXI, empiezo a dialogar más con otro tipo de registros y eso es una realidad que tenemos. Pero no hay un boom de escritoras. Ojalá no sea así, porque si no dentro de 60 ó 70 años habría que hacer una antología de cuentos para recuperar a Mariana Enríquez, a Samanta Schweblin, a Guadalupe Nettel, a Brenda Navarro, etc.

En Páginas se ha publicado a escritoras desde el inicio, no es algo que haya sucedido ahora.

Sí, y te agradezco mucho que lo notes. Hace como 15 años, cada vez que publicábamos el primer libro de alguien, que es algo que solemos hacer, de pronto nos dimos cuenta de que, durante cinco, seis ocasiones seguidas, ese primer libro de cuentos era de una escritora: Valeria Correa Fiz, de Argentina; Mariana Torres, brasileña-argentina-española; María Fernanda Ampuero, de Ecuador; Isabel Mellado, de Chile. De pronto empiezan a aparecer nombres, de manera consecutiva. Miramos hacia atrás y decimos, pues algo hay.

Más que editor, compañero

Y Juan Casamayor, ¿también es itinerante? ¿Es el oficio de editor un oficio que obliga a la errancia?

Sí, para los editores hay una itinerancia literal, real, que pasa por aeropuertos, por hoteles, aduanas, que nos lleva a ferias del libro, a librerías, a oficinas del distribuidor, pero también a un restaurante chiquito en Ciudad de México o a un paseo en San Telmo en Buenos Aires o al gran mercado de libros de ocasión de los domingos por la mañana en Montevideo. Esa itinerancia es real, sobre todo para un catálogo con la vocación latinoamericana que tiene Páginas de Espuma, pero esa me parece que es la menos importante. Me parece que la más importante es esa itinerancia simbólica, evocadora, que siempre tiene un catálogo. Los catálogos se forman de distintas orillas y en el momento en el que decides tener una cartografía en un catálogo con varias orillas, vas a tener que moverte de orilla en orilla. Yo como editor he tenido que moverme en una orilla poblada por autores y autoras universales clásicos pero también me encanta merodear y pasear por esa orilla contemporánea del cuento. Es un lujo poder editar los cuentos de Samanta Schweblin o de Andrés Neuman, de Jorge Volpi o de Guadalupe Nettel. Creo que en esa itinerancia tiene que haber un compromiso con el aquí y el ahora, con el momento que me ha tocado vivir y con el idioma que me ha tocado vivir. Y no hay nada mejor que poder comprometerte con voces nuevas y comenzar esa itinerancia con un escritor, quien está en una constante itinerancia porque tiene una evolución. Yo me considero no un editor de autores aislados, sino un compañero de viaje, de itinerancia, de mis escritores dentro de su obra de narrativa breve. Hay escritores que ya acumulan cinco y seis títulos y casi veinte años de vida en común, algunos casi 25.

Frente al desarraigo del viaje, Páginas de Espuma parece ser el hogar donde echar raíces para muchos autores. Es como la casa de familia a la que se vuelve o al menos esa es la imagen que se proyecta: la de una gran familia de acogida.

Me encanta que digas lo de la familia. Tenemos un título del almeriense Miguel Ángel Muñoz, un gran cuentista y un gran lector de cuentos. Le publicamos un libro de entrevistas a cuentistas, especialmente españoles. Se llama La familia del aire, él puso ese título al libro y yo me apropié un poco de ese nombre porque es verdad que un poco siempre se ha intentado promover que haya un vínculo en común con nuestros autores. Y además yo creo que ese vínculo, esa familia, se ha ido abriendo en la medida en la que hemos podido incorporar voces nuevas. Es verdad que esos lazos, esa lectura mutua, ese promover conversaciones entre ellos no solo públicamente, sino a nivel más privado reflejan lo que es una casa editorial. Hay autores y autoras que vienen aquí y al principio vienen como tal pero terminan siendo grandes amistades. Te lo pongo con un ejemplo. En Páginas de Espuma, Andrés Neuman no es ni Andrés ni Neuman, es el tito Andrés porque mi hijo, cuando tenía dos años, dijo pero el tito Andrés es hijo de papá o de mamá. Eso, que es una anécdota tierna, divertida, en el fondo te habla de una política de autor. Es decir, hasta qué punto Andrés Neuman está cerca. O, si viene la hija de Fernando Iwazaki a estudiar a Madrid, el teléfono que le da es el de esta editorial por si le pasa algo, o soy el padrino de boda de Clara Obligado. Estos son ejemplos de esa familia que es verdad que se ha creado en Páginas de Espuma. Tienes toda la razón y me alegro de que lo detectes y de que lo veas, porque es así.

Por el contrario hay editoriales que puede decirse que en cierto modo abandonan a sus autores una vez publicado un libro.

Sí, luego hay toda una labor mediática, de mover a los autores, porque no nos quedamos con que el libro se publique. Es importante desde el principio trabajar bien el texto y acompañar a los autores. Sienten que cuando se les dice que sí es porque aquí se ha leído muy bien el libro. Se trabaja mucho el manuscrito, antes de entrar en producción. Y luego el libro se sigue en promoción, en la comercialización, hay un compromiso personal, viajamos con los autores y en ese sentido sí que se ha creado esa familia. Eso es así.

Has dicho en alguna ocasión que el cuento es el género que tiene mayor capacidad para el mestizaje literario, para la hibridación de géneros, para romper fronteras.

El cuento no deja de ser un territorio muy adherido a otras patas y es verdad que la forma breve permite un grado de experimentación que está en paralelo a una revisión de los géneros, pero no de ahora. Llevamos desde la mitad del siglo XIX empezándonos a cuestionar los géneros. Pero ahora pasa más que nunca. En mi catálogo tengo libros que son como aristas entendidas dentro de las formas breves que puede ser el cuento. Tengo libros que no tienen ya microrrelatos, sino poemas en prosa y tengo libros de cuentos que, una vez acabada la lectura de los cuentos, se teje como una novela en la cabeza de quien lee el texto. Entonces, es verdad que a partir de ahí se hibrida el género del cuento de una forma maravillosa. Además el cuento está, y esto lo dicen a veces los escritores, menos presionado comercialmente que la novela. Y esto en el fondo es una triste noticia porque si alguien limita su capacidad creativa a la hora de escribir una novela pensando en los espacios comerciales, la novela va a quedar atada desde el principio. Y es verdad que en estos momentos el cuento en nuestro idioma tiene una salud envidiable. Ahora se escribe muy, muy buen cuento, también en España.

Esta mezcla de géneros casi es como la metáfora de lo que debería suceder en la sociedad actual. ¿Rompemos fronteras o las estamos haciendo desaparecer?

Bueno, al menos las estamos dinamizando, ojalá no se creen otras, es verdad que están desapareciendo tal y como las entendíamos y ya no hablo de lo literario, te hablo de lo social, de lo político, de lo ideológico y para bien estamos entrando en unos territorios que espero que sean de tolerancia y de comprensión. Todo ese conjunto permea de alguna manera con lo literario. De alguna forma quien escribe es testigo de una época y de un momento. La literatura también atenderá a estas nuevas realidades y de hecho algunas ya las está atendiendo.

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